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La historia de dolor que deja el asesinato del médico ocañero Julián Quintero
Una posible hipótesis ha cobrado mayor fuerza en la investigación.
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Ana María Rueda
Ana María Rueda
Categoría nota
Miércoles, 20 de Noviembre de 2024

Han pasado doce días desde que la tragedia destrozó a la familia Quintero Contreras. La ausencia del médico cirujano Julián Andrés ha dejado una herida que el tiempo difícilmente podrá sanar.

Su legado, un faro de esperanza y bondad, sigue iluminando, pero el vacío que ha quedado en su hogar es inmenso, profundo e imposible de llenar.


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Sus familiares reviven con dolor el recuerdo de aquel 8 de noviembre, cuando en la carretera que conecta a Ocaña con Cúcuta, dos hombres en una moto le arrebataron la vida a su ser querido.

“Nadie está preparado para esto, es algo que sucedió y nos deja muchas preguntas. Ha sido devastador, el vacío es inmenso y nuestra familia está ‘fracturada’”, dijo con la voz entrecortada Marcel Quintero, hermano de la víctima.

Salía a prepararse y regresaba a su tierra

 

Julián Andrés Quintero Contreras llegó al mundo el primero de diciembre de 1981 en Ocaña, hijo de José de Dios Quintero e Iris Elena Contreras. Estaba a solo semanas de celebrar su cumpleaños 43 cuando su historia fue truncada de manera inesperada.

Su formación académica inició en la Institución Educativa Colegio Francisco Fernández de Contreras, donde cursó primaria y bachillerato.

Pero el verdadero motor de su vida fue el ejemplo inspirador de sus tres hermanos mayores: Marta Iris, Teodoro José y Marcel Leonardo, quienes compartían la misma pasión por la medicina.

Cada uno dejando huella en diferentes lugares, Bogotá, Costa Rica y Cúcuta, mostrando a Julián que su sueño de ser médico no solo era posible, sino inevitable.

Tras graduarse del colegio, con esa meta clara en su corazón, partió hacia Bogotá para estudiar medicina en la Universidad del Rosario.

Cuando llegó el momento de cumplir con su año rural, Julián Andrés no tuvo dudas sobre dónde quería estar. Su corazón lo llevó de regreso a la tierra que siempre amó. Eligió Río de Oro, Cesar, un lugar cercano a su querida Ocaña.

Luego de culminar ese proceso, nuevamente viajó a Bogotá a su misma alma máter para hacer una especialización en cirugía general. Después, durante 4 años estuvo ejerciendo el posgrado en Cúcuta, en donde vivió con su hermano y mejor amigo.

Tras este tiempo, Julián volvió a la capital, esta vez a la Universidad del Bosque, para cursar la especialización en cirugía vascular periférica, ampliando aún más su conocimiento y experiencia.


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Como siempre lo pensó, su objetivo era formarse en Bogotá para regresar con todo ese aprendizaje a su tierra. Con este sueño en mente, volvió a Ocaña decidido a enfrentar los desafíos que representaban las enfermedades vasculares en la región.

Aunque sus ganas de salir adelante eran notorias y lo impulsaban día a día, había algo que lo motivaba aún más: el amor de su vida, la abogada Sonia Torrado.

Julián y Sonia se conocieron en la época del colegio y fue durante las cabalgatas del pueblo, organizadas por José de Dios, quien falleció hace diez años, donde él aprovechó cada oportunidad para ganarse su atención. Con el tiempo, logró conquistar su corazón y convertirse en su novio.

A pesar de que sus estudios y la formación profesional de ambos los distanciaran temporalmente, su amor solo creció con el paso de los años.

El 28 de febrero de 2015, su relación alcanzó un nuevo capítulo, consolidándose con el sacramento del matrimonio, con la bendición de Dios.

Aunque su esposa y su madre ocupaban un lugar fundamental en su vida, hace dos años llegó la luz que terminó por completar su felicidad: su hija, María Juliana, quien se convirtió en su motor, su ilusión y el centro de su universo.

Su tiempo libre lo aprovechaba para compartir con su familia en una casa de campo ubicada en zona rural de Ocaña.

 “No había actividad en la que él no participara. Para mí ha sido muy difícil, porque hablábamos todos los días, compartíamos conceptos médicos, empresariales e incluso discutíamos los resultados de partidos de fútbol. Además, le apasionaba el cine y nos enviábamos recomendaciones de películas", recordó su hermano.

¿Y las investigaciones?

A pesar de que han pasado ya doce días sobre aquel fatídico suceso, las autoridades aún no saben qué fue lo que sucedió ni quiénes están detrás del ataque que dejó como víctima al profesional de la salud del Hospital Emiro Quintero Cañizares.

Ese día Julián Andrés salió de Ocaña acompañado por su esposa y su hija, de dos años, con rumbo a Cúcuta, en donde disfrutaría del fin de semana con su hermano Marcel Leonardo.

Pero, muy cerca del sector la Y de la Virgen del Carmen de Sardinata, dos hombres que se movilizaban en una motocicleta Suzuki GN, negra, le dispararon en repetidas oportunidades causándole la muerte.

La camioneta quedó estrellada a un costado de la vía mientras su compañera sentimental quedó aterrada y en estado de shock.


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“En ese momento yo estaba en San Cristóbal representando a Norte de Santander en un evento internacional cuando recibo una llamada por WhatsApp de mi cuñada que estaba desesperada”, contó Marcel Quintero.

Aunque inicialmente las autoridades consideraron que el ataque podría haber sido un secuestro, debido a la falta de información sobre cómo ocurrió el hecho, conforme avanzó la investigación, comenzaron a surgir detalles que apuntan a un posible hurto como el móvil del crimen.

Según una fuente judicial, la familia hizo una parada antes en el sector la San Juana para cambiar a la niña en donde, al parecer, habrían visto a los dos hombres que después dispararon contra la humanidad del médico cirujano.

“Lo que se presume es que ahí fue que marcaron a las víctimas, pero creemos que el objetivo sería robarse el vehículo porque estaba como nuevo, incluso algunas partes aún conservaban el papel de protección”, dijo la fuente.

Añadió que “en este caso cualquier hipótesis podría ser la certera porque no hay cámaras ni nada más que nos permita esclarecer bien el hecho. Yo consideraría que los sujetos dispararon para verificar si tenía blindaje del carro y cuando se dieron cuenta que asesinaron a una persona no les quedó de otra que huir”.

Fe y esperanza

El 10 de noviembre se adelantó una marcha de rechazo por el asesinato del profesional de la salud en la que participaron compañeros de trabajo, amigos, familiares y pacientes.

“Agradecido porque en estos momentos tan difíciles recibimos el respaldo y acompañamiento de una cantidad increíble de gente. Estamos destrozados, rechazamos todos los actos violentos pero mantenemos la fe y esperanza que caracterizaban tanto a mi hermano”, concluyó Marcel Quintero.


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