Nacida en cuna de arte, con una mamá actriz, un papá músico y una abuela escritora, Abril Schreiber cumplió en Colombia todos los sueños con los que salió de Venezuela. Aquí vivió durante siete años: protagonizó Niche, una telenovela sobre este grupo salsero, fue Virginia Tafur en La Ronca de Oro y personificó a Pepita en la serie histórica Bolívar, una mujer trascendente en la vida del Libertador, solo por mencionar tres logros en la larga lista de su joven vida artística.
Ahora vive en México. Pero, el tramo más importante de su camino profesional, hasta ahora, lo vivió en Colombia.
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En esta entrevista, cavila en las experiencias y aprendizajes vividos como esa ciudadana del mundo que dice ser, no condicionada por regionalismos, sino comprometida con lo que lleva de su tierra en lo más profundo de su corazón y siempre fiel a sus propias búsquedas como artista y como humana.
¿Es tan venezolana como la mezcla cultural de su ascendencia?
Siempre dije que yo era la paz mundial. Porque la mitad de mi familia es judía y la otra mitad es católica. También me siento ciudadana del mundo. Siempre crecí en esta mezcla de todo, de sabores, de idiomas, de tradiciones, aunado a todo el folklore venezolano, como los Diablos de Yare que aprendí en mi colegio, por ejemplo.
Aún así... ¿siempre asume como venezolana?
Soy solo venezolana. Estoy tramitando tener una segunda nacionalidad, pero yo nací en Venezuela. Es más, cuando tenga mi nueva nacionalidad seguiré siendo venezolana, barra inclinada, la otra. Soy venezolana y al mismo tiempo me siento muy ciudadana del mundo.
Abrazo esa posibilidad de la canción: “Imagine on the people…”, qué pereza las fronteras, qué pereza el ser de aquí o allá. Soy antibanderas, soy antiregionalismos. Solo disfruto el estar donde estoy.
Cuando dice sentirse ciudadana del mundo, ¿implica identificarse como migrante también?
Estoy leyendo un libro precioso, de Indira Páez, se llama Morir de humor, el prólogo lo hace Ana María Simon. Una de las formas en que la describe es como emigrante, y me identifiqué mucho, porque no es la venezolana que carga con el duelo, con la Venezuela a cuestas, por así decirlo. Me identifico con Indira porque soy la que va al lugar y le parece que todo es ‘cool’ y quiere pertenecer al lugar al que va.
Yo nunca me he sentido como extranjera, sé que siempre voy a serlo, pero siempre me sentí de todos lados. Cuando leí la entrevista de Coraima Torres y ella habla del desarraigo, me identifiqué porque es algo que siento, pero no lo padezco, no lo sufro, sino que le saco lo positivo, a la capacidad de poder enraizarme un poquito en todos lados.
¿Cómo sale de Venezuela?
Yo siempre me quise ir. Si yo quería crecer, el país me iba a poner un techo, estuve en Radio Caracas, viví el cierre. Si yo quería crecer y desarrollarme como actriz, me iba a tener que ir. Tenía como una nostalgia de algo que yo no viví. Extraño a la Venezuela de la que me hablaron, pero no la viví y eso me impulsaba a querer buscarlo en otro lugar.
Por ejemplo, caminar de noche por la calle, eso no se podía hacer. Muy superficialmente pude disfrutar de mi país. Viví varios asaltos y soy demasiado justiciera para adaptarme a eso, no quise entender que era normal que te robaran con pistola y te metieran un tiro. Me fui por mil razones, tanto por ambiciones como por supervivencia.
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Interpretó a Pepita en Bolívar, ¿se siente conectada con la venezolanidad de toda la serie?
Yo quería ser Manuelita, pero Caracol definió que ese personaje debía ser para una ecuatoriana. Hice el casting para ser María Antonia, la hermana de Bolívar, y quería mucho serlo porque en mi primera película me llamaba igual.
Pero, me dieron a Pepita, la descubrí y me sentí muy conectada. Después de siete años viviendo en Bogotá, pude hablar venezolano en el año que llegué a México. Ese personaje creció en la historia, sentía que Pepita se apropiaba de mí en cada escena.
Creo que esa historia reivindica mucho a las mujeres que rodearon a Bolívar, fue escrita por mujeres y todas las que participamos somos muy empoderadas. Y la verdad es que todas las que rodearon a Bolívar hicieron de él, el hombre que fue. Para mí es muy femenina la liberación de América que logró Simón Bolívar.
Esa historia significó todo, como mujer, como venezolana, reencontrarme con mis amigos venezolanos, con mi acento. Mi proyecto favorito en la vida hasta ahora es Bolívar, fue mágico.
La actriz protagonizó Niche en 2014. Foto: Cortesía
¿Se han cumplido los sueños con los que salió de Venezuela?
Sí. Yo soy muy terca. Mi primer sueño era vivir en Colombia, ya le puse ‘chulito’. Luego quería protagonizar en Colombia, era muy loco y lo logré tres veces. ¡Imagínate! Después de llegar a un país donde nadie te conoce. Yo era muy protagonista, pero agarraba Transmilenio y la gente sabía quién soy.
Colombia para mí fue sueño tras sueño realizado, fue rudo pero muy gratificante. Hice series y personajes diferentes, la parte más importante de mi carrera, hasta ahora, ha sido ahí. Luego fue querer venir a México y aquí estoy.
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Diferencia el desarraigo del desapego. ¿Cómo funcionan esas prácticas para ser una ciudadana del mundo?
Como venezolana, el impacto más rudo al llegar a Colombia fueron los venezolanos que querían que Colombia se adaptara a ellos (...). Tú no tienes que perder tu esencia, ni dejar de ser tú, ni cambiar tus valores, pero tienes que respetar y agradecer el lugar adonde vas. Yo no siento la necesidad de arrastrar y llevar el país a cuestas, yo no lo cargo encima, el país va conmigo en mi corazón. Yo no voy a dejar de ser venezolana jamás, aunque nunca me vuelva a comer una arepa.
¿Piensa volver a Venezuela en algún momento?
Mi sueño dorado es ir a Venezuela seguido. Sueño, además, montar un negocio en Margarita con mi prima. Pero yo no me veo viviendo en Venezuela, ni cuando vivía allá me veía ahí. Siempre estaba viendo hacia afuera. Creo que tiene más que ver conmigo que con el país.
Al final de la historia, Venezuela va a ser mejor, pero no la misma. Suena muy dramático, pero yo sí siento que el país en el que yo nací, no existe (...) Yo quiero volver, visitar a mi familia, a mis amigos, las playas, no conozco el Salto Ángel, todo eso lo quiero hacer.
Ha dicho que estaba buscando su lugar. ¿Ya lo ha encontrado?
Hay cosas del país en el que nací que no cambio por nada. El clima de Caracas, para mí es el perfecto, junto con el Ávila: no tienen precio. Y la playa cerca. Después de siete años viviendo en Bogotá, entendí lo importante que era para mí el calorcito y la playa.
Ahora que estoy en México, que tiene varias estaciones, aunque sigue estando lejos del mar, encuentro muchas cosas que me conectan con Venezuela. No sé si sea el lugar en el que me vaya a quedar al final, no sé si sea mi lugar para enraizarme, pero me siento muy en mi casa.
El mexicano se parece mucho al venezolano en las cosas que me gustan de mi idiosincrasia, en la calidez, en el echar cuentos, que en 20 minutos somos los mejores amigos; incluso, la ciudad también se parece.
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