El castigo utilizado por los indígenas durante la época precolombina para dar un escarmiento era suministrar como manutención la arepa, sin sal, durante largos periodos a las personas indisciplinadas que violaban las normas del resguardo.
A la llegada de los españoles ese sacrificio de consumir el insípido producto se convirtió en costumbre por parte de la tribu de los Cumanagotos de Venezuela que llamaban esa masa en forma esférica y expuesta a la candela como ‘erepa’.
En ese proceso evolutivo lingüístico, se asimila el vocablo como arepa, plato típico durante muchos siglos en los hogares de la provincia de Ocaña y zona del Catatumbo.
Así explica el historiador Wilson Enrique Ramírez al connotar la tradición de la etnia que trituraba el maíz con las piedras para preparar los alimentos antes de la llegada de los españoles a territorio americano. “El fundador de Ocaña, Francisco Fernández, estuvo en la gesta en Mérida, Venezuela, y los soldados asimilaron esas costumbres transferidas a la región”, agrega.
Esa narración llevó a Luis Eduardo Pérez Mora, gestor cultural y director del grupo de danzas ‘Brisas de Torcoroma’, conjuntamente con la profesora Yamile Bayona y el maestro Flaminio Molina Vergel a efectuar una investigación folclórica con ese patrimonio inmaterial de ancestros indígenas que alimenta a todas las generaciones.
Una receta aborigenHoy día ha sido objeto de grandes reconocimientos a nivel nacional e internacional el montaje músico coreográfico que surgió de la necesidad de mostrar un elemento representativo de la cultura regional a través de la danza. “No es la media arepa (canción) que suena a nivel nacional, aquí la servimos entera, acompañada de muchas delicias propias de la gastronomía local como el queso (puede ser salado), el aguacate y la flor de la barbatusca”, reitera.
Con esos conceptos nace la idea de componer un merengue fiestero yendo a las cocinas tradicionales de los campesinos de la región para establecer los orígenes, características, conocimiento ancestrales y culturales alrededor de un fogón de leña, imprimiendo el toque único y especial a ese alimento.
“En la medida que íbamos avanzando y estrechando las relaciones con las amas de casa de la tercera edad, nos enamorábamos más de la investigación con respecto a la elaboración de las arepas y los aportes hechos para el desarrollo económico y social de la región. Bebimos de esas fuentes primarias como cultivadores, propietarios de trilladoras y fabricantes para enriquecer la letra y los tonos a las melodías”, indica Pérez Mora.
La magia del pellejo
Aprendieron vocablos desconocidos como ‘tranca arepa’ una especie de horqueta que mantiene la figura geométrica en pie frente a la candela y pueda dorarse a manera de estética para atraer a los comensales. El ‘pulla arepa’ utilizado para abrir un orificio en la orilla, el soplo divino de las mujeres y levantar el pellejo para embutir la cosa de sal como dicen los campesinos, ya sea queso, huevo, carne, pescado, mantequilla y así conquistar los exigentes paladares, manifiesta.
El fogón, la leña, la olla, el tiesto de barro, la parrilla, el molino, el pilón y el tapete verde con la hoja de plátano ofrecen un olor y sabor inolvidable a ese plato típico. Todos esos elementos fueron incorporados a la composición de la melodía y a la coreografía final.
“La investigación arrojó datos importantes ya que es la única arepa en Colombia sin sal, que tiene pellejo utilizado para rellenar con todo tipo de complemento y comer con café cerrero como dicen los abuelos convirtiéndolo en un verdadero manjar”, agrega.
Todos esos ingredientes llegan a las manos de unos de los grandes maestros de la música de cuerdas, Flaminio Molina Vergel, quien se encargó de amasar una melodía que converge en la creación coreográfica, lanzada en el 2019.
Toque especial al paladar
De diferentes tamaños y variados ingredientes se convierte en la base de la alimentación de los pueblos latinoamericanos. El cultivo del maíz en Ocaña es mencionado por los cronistas en 1578 con el padre Ambrosio Fernández Mederos. “Es muy probable que la nuestra no tenga sal debido a la dificultad de contar con este inestimable producto en la región”, afirma el escritor Ciro Osorio Quintero en el libro El valle de los Hacaritamas.
La ama de casa Teresa Eugenia Carrascal indica que solamente la costumbre está bastante arraigada en países como Colombia, Venezuela y Bolivia donde ese alimento forma parte de la identidad de esos pueblos.
El maestro Flaminio Molina Vergel señala que a través de la canción se establece la trascendencia del maíz en el régimen alimenticio de los habitantes de la región.
Se resalta esa arepa, sin sal, utilizada a diario en el desayuno, la cena e incluso con la sopa del almuerzo en algunos hogares.
El compositor indica que esa costumbre de asar las arepas en un tiesto encima de una hoja de plátano en un fogón de leña está en vía de extinción. Ahora los jóvenes encuentran a la vuelta de la esquina fábricas de arepa, pero de una manera tecnificada.
La bailarina Yamile Bayona Arias del grupo folclórico Brisas de la Torcoroma indica que se montaron las coreografías en aras de conservar vivas las tradiciones.
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