Las exquisitas, refrescantes y medicinales bebidas aromáticas que usted disfruta son producto de extenuantes faenas de labriegos que se exigen para que en su labranza broten la fragante albahaca, anís, hierbabuena, manzanilla, romero o valeriana, que llegan a su hogar en forma fresca, planta seca, aceites esenciales, extractos o esencias.
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No muy lejos de Cúcuta, en el corregimiento de Juan Frío de Villa de Rosario, decenas de hombres y mujeres se dedican a cultivar plantas aromáticas y medicinales (PAM), aplicando saberes aprendidos de sus mayores, con más apego a la tierra y a lo que hacen, que a la ganancia que obtienen, que les sirve apenas para subsistir.
La mayoría de estos pequeños productores no son propietarios de la tierra y se ven en la obligación de arrendarla, algunos media hectárea, una y hasta dos hectáreas, en la medida de sus posibilidades y hasta donde les permita su fuerza de trabajo, que es su riqueza.
En esos pequeños espacios construyen las eras para echar la semilla que dará vida a las apetecidas plantas que tendrán múltiples aplicaciones, sean ellas usadas por sus beneficios medicinales, aromatizantes y saborizantes, entre las que se cuentan especies como el cilantro, cilantro cimarrón, árnica, eneldo, lavanda, laurel, perejil, mejorana, menta, ruda, entre una gran variedad que es del gusto del consumidor final.
Jaime Prieto, a sus 70 años, es uno de esos labriegos que trabaja en el valle del río Táchira, dedicado la mayor parte de su vida al cultivo, oficio que le ha enseñado a sus hijos, quienes como él han levantado sus eras para producir hortalizas y hierbas aromáticas como yerbabuena, hinojo, limoncilla, poleo, albahaca, menta, tomillo, guacas y aguaflorida, entre otras.
“En hortalizas trabajamos el cilantro, cimarrón, el perejil, acelga, la espinaca que con estas lluvias se dañó toda. Yo cultivo un poquito de cada cosa, sin embargo entre las personas que trabajan en este sector hay quienes cultivan mayor cantidad, especialmente cilantro, cimarrón y perejil”, cuenta Jaime Prieto.
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“Aquí mismo vendemos porque vienen directamente de Cenabastos los mayoristas a comprarnos las cosechas y cada quien vende de acuerdo con su producción”, prosigue el curtido trabajador, explicando que aunque no todas las veces le ven el producido, no les queda otro remedio que seguir pegados a sus huertas “porque es lo único que sabemos hacer, es nuestro oficio y en el caso mío porque a mi edad, no más tengo 70 años, ya no hay otra aspiración.
Aunque nació en Málaga (Santander), don Jaime, como lo conocen los demás yerbateros, lleva 40 años viviendo en Villa del Rosario, dedicado a la agricultura en el sector de Juan Frío, por eso es conocedor como el que más de los secretos para cultivar hortalizas, aromáticas y medicinales.
En la finca donde él trabaja también tienen sus tapetes verdes de hortalizas “Fredy, unos hermanos a quienes les llaman ‘Tomates’, Raúl, entre otros que no me acuerdo el nombre, que nos mantenemos a pesar de las dificultades, porque uno no tiene suficiente dinero para poder surtir y fuerzas para trabajar la tierra y hacer grandes cosechas”.
En el pequeño terreno que tiene arrendado, Jaime levanta las eras que llevan un proceso para que el suelo quede apto para la siembra. La tierra lleva un revestimiento de aserrín, que se quema con zoca, que es el residuo o cascarilla del arroz, con el fin de lograr una alta concentración de calor debajo de la tierra, a unos 15 o 20 centímetros, para que mate el hongo que es nocivo para todo el cultivo que se quiera emprender.
Cuando el terreno se somete a ese proceso, queda listo para hacer hasta tres cosechas seguidas de cilantro y perejil, que son los productos más exigentes, y después sí se cultivan las hierbas aromáticas y medicinales.
Todos los días hay que sembrar para subsistir y para eso hay que sostener el cultivo que requiere insumos químicos, principalmente la urea, que es la que produce resultados efectivos en el menor tiempo.
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“Somos conscientes que hay un buen mercado para las aromáticas, por eso el propósito es cada día poder tener más producción, pero nos vemos con la limitante del alto costo de los insumos que se requieren para sacar una cosecha adelante”, según Jaime Prieto, que le tiene mucha fe a la yerbabuena, albahaca, menta, perejil, toronjil, limoncilla o limonaria, aguaflorida, altamisa, ruda, romero, poleo, poleito, orégano orejón, que nunca faltan en su huerta.
Venta directa a supermercados
Asdrúbal Pérez Arévalo, es otro cultivador de hortalizas y aromáticas en el corregimiento de Juan Frío, quien también conoce los secretos del oficio que aprendió al lado de sus padres en La Playa de Belén, en la región del Catatumbo, y quien vende directamente sus productos en la Central de Abastos de Cúcuta (Cenabastos), plazas y supermercados.
Cultiva principalmente cilantro, cimarrón, perejil, espinaca, acelga y lechuga, actividad que combina con las labores en un vivero que posee.
Explica que las aromáticas se cultivan después de sacar las cosechas de hortalizas, por ser más resistentes a las plagas y el clima, porque el cilantro se acaba con la lluvia.
Toronjil, menta, hierbabuena, albahaca, ruda, entre otras especies, son las que lleva Asdrúbal en su camioneta a los clientes mayoristas, que vende frescas, de la huerta directamente al consumidor.
“Algunos las recogen y las llevan directamente al cliente, lo que resulta más rentable, pero otros prefieren venderle a intermediarios que vienen hasta el cultivo a llevar hierbas, que se entregan en pequeños atados, cuyo valor oscila entre los $3.000 y $6.000, dependiendo del producto. Esa intermediación genera igualmente trabajo e ingresos para más personas”, refiere Asdrúbal.
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Las aromáticas tienen buena salida porque cada día más gente consume esos productos, entonces son apetecidas por los mayoristas y los marchantes que venden al menudeo en sus pequeños puestos en las plazas, pero también se consiguen en tiendas de grandes superficies, porque les deja buen margen de ganancia.
Yerbabuena, ruda, albahaca y toronjil, son las que más se venden, aunque siempre son más baratas, porque el mejor precio indudablemente lo ponen el cilantro y el perejil, que por esta temporada de lluvias están más escasos, dijo el agricultor.
Productos terapéuticos
Judith Yáñez Peñaranda es compradora habitual en los huertos de Juan Frío, donde adquiere hierbas con fines terapéuticos, las que tras procesar vende a los clientes que conocen de su trabajo de muchos años en este campo.
“Las recojo directo del huerto de Juan Frío, las lavo previamente y seco al sol, sin que les pegue de manera directa. El sol hace que todos los hongos y bacterias mueran, se le retiran una a una sus hojas y después de ocho días de secado se guardan en frascos de vidrio para que la planta se conserve mejor, pudiendo dura hasta dos años”, explica.
Antes de escoger una planta aromática es preciso saber sus beneficios y lo que necesita el paciente, estudiando sus ventajas y desventajas, es decir, saber si la persona que la va a consumir es por ejemplo hipertensa, diabética o sufre de alguna enfermedad crónica, antecedentes que se deben conocer ante de su ingesta, lo mismo que la cantidad que se va a usar en una infusión.
Para el preparado de la infusión, sea fresca o seca, se recomienda usar un puñado de aromática -que equivale a cinco gramos de la planta- para un litro de agua hirviendo, que se debe tapar y dejar en reposo.
Judith también trabaja las alcoholaturas, que se obtienen a partir de la maceración de plantas de una sola especie en alcohol etílico, proceso que dura entre 11 y 14 días.
“En el caso de la alcoholatura de romero, se recolecta la planta directo del huerto, se lava, se seca para que no le quede agua, se pica finamente y se deposita en recipiente de vidrio con alcohol al 70 por ciento, el mismo que nos venden en las droguerías. La maceración es en frío y dura 11 días exactos, se cuela en colador de fieltro, se envasa y sella herméticamente. La alcoholatura de romero es de las más usadas dados sus beneficios: refresca la piel, evita la picaduras de insectos y además tiene un fin terapéutico aliviando dolores articulares”.
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La maceración con aceites dura tres meses el proceso, se pica la planta fresca, finamente se mete en recipiente de vidrio totalmente estéril y seco, llenando hasta unos dos centímetros de la boca del frasco. Se deja por tres meses en una parte oscura evitando la luz, removiendo una vez al día y haciendo movimientos a los lados sin destapar el recipiente.
También ha incursionado en la preparación de jabones, para lo cual recomienda usar un gramo de planta fresca o seca, según la que se escoja, haciendo un ‘baño María’ para derretir la glicerina al 100 %, aplicando aceites esenciales, colorante vegetal, aceite de argán o de oliva.
“Según la receta o jabón que se quiere elaborar, se debe ser minucioso en las cantidades ya que el jabón es totalmente artesanal, hecho a mano y sin espuma, es toda la energía de nuestra madre tierra y no le hace daño al planeta porque es ciento por ciento natural”, puntualizó Judith Yáñez Peñaranda.
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