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En Arboledas, una mujer convierte los cultivos de fruta en vino artesanal
Hace 30 años, una mujer campesina de Arboledas decidió darle un valor agregado a sus cultivos.
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Camila Rojas,periodista
Camila Rojas
Categoría nota
Sábado, 13 de Agosto de 2022

Rodeada de la naturaleza y los imponentes paisajes del municipio de Arboledas, Marta Barrera Contreras aprovecha los frutos de su finca ‘La Belencita’ para apostarle a la producción de vino. 

Esta es una labor que lleva haciendo por más de 30 años y con la que no ha parado de aprender, pues según cuenta cada etapa del proceso le ha dejado grandes experiencias. 

“La idea de producir se dio en una época de abundancia de fruta que hubo en la finca, no había manera de sacarla porque se puso demasiado barata y no daba ni para el transporte en la bestia. Me puse a pensar en otras formas para poder procesarla”, agregó. 


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Es así, como poco a poco fue indagando para encontrar la manera de elaborarlo, hasta que lo logró, y el vino empezó a hacer parte de sus celebraciones familiares, y las de sus personas más cercanas, que le fueron pidiendo que se lo vendiera. 

 

 

 

 

“Al principio vendía en seis mil pesos la media botella, prácticamente lo estaba regalando, hasta que se fue ajustando el precio”, indicó. 

Ahora se ha convertido en promotora de este licor en Arboledas, que se caracteriza por la pureza del campo y las manos campesinas que lo producen. 

Vino en arboledas

 

El proceso es artesanal

Desde que los árboles de naranja y mandarina comienzan a dar sus frutos, hasta que el vino está completamente listo para la venta, el trabajo manual está presente. 

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Primero, las frutas se recolectan y se seleccionan aquellas que son más adecuadas para convertirse en vino. Luego se lavan, exprimen, y se cuela su jugo para más adelante agregar el dulce. 

La mujer explica que en la elaboración del vino de naranja prefiere usar panela para darle un toque más artesanal y en el de mandarina, si ha optado por usar el azúcar, ya que en sus años de experiencia se dio cuenta que al agregarle panela a esta fruta, pierde su sabor natural. 


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Después de un mes de haber obtenido el jugo, llega la parte que más llama la atención de las personas: el vino es llevado al interior de unos pequeños barriles que son colocados bajo la tierra durante ocho meses para que se dé su fermentación y esté listo para el consumo. 

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"De los errores se aprende" 

La mujer cuenta que antes seleccionaba las mandarinas cuando estaban muy maduras, y luego de agregarles el dulce, el liquido tomaba una contextura similar a la del cristal de sábila. 

 “Se avinagra, perdiendo el dulce. Ya uno sabe que hay que agarrar la fruta que no esté demasiado madura”, sostuvo. 

Algo parecido sucede si el vino es dejado bajo la tierra menos tiempo del estipulado, pues no adquiere el mismo sabor. 


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En el caso de las naranjas, se utilizan dos bultos de esta fruta para obtener 20 litros de vino, de los cuales se disminuyen dos o tres luego de los ocho meses, ya que al fondo del barril queda "la supia", un residuo que en la finca prefieren no reutilizar para que la calidad del vino se conserve. 

Después de esa larga espera, se procede a envasarlo en botellas de vidrio con corcho, que permiten ver el intenso color de líquido entre naranjado y marrón. 

 

 

Vino ‘El Libertador’

Para llegar a la finca ‘La Belencita’, donde se produce el vino, se toma la ruta de un sendero ecológico, ubicado en la vereda Ciravita a unos 20 minutos del casco urbano del municipio. 

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En donde se encuentra el monumento ‘Paso del libertador’, con una estatua del rostro de Simón Bolívar, quien estuvo allí en noviembre de 1814. 

Es por eso que Katherine Villamizar Leal, habitante del municipio y quien está encargada de la comercialización del vino, ha decidido atribuir este nombre al producto (@licorlibertador).


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“El nombre surge por la ruta que hay que tomar para llegar a la finca, y en esas tantas visitas vi el trabajo que se hacía con este producto, lo probé y quise darle el realce que se merece”, indicó.

El vino se empaca en botellas de 375 y 750 ml, y Villamizar cuenta que entre sus proyecciones está aprovecharlo para hacer otros productos como cócteles y tortas. 

Y aunque es comprado en su mayoría por turistas y no tanto por los habitantes del municipio, quienes lo han probado, lo describen por sabor dulce y amargo a la vez. 

 

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