Ligia Ávila es una mujer de espíritu inquebrantable. Tiene una sonrisa grande a pesar de cargar en sus hombros el dolor de víctima del conflicto armado en Colombia. “Soy mujer, maestra y madre. Estoy convencida de que tenemos el mundo en nuestras manos y el poder de construir algo bueno”, dice con voz esperanzadora, mientras agradece por ser una de las beneficiarias de Restitución de Tierras en Chinácota.
Después de más de 20 años, por fin Ligia pudo verse al espejo sin rechazarse, sin odiarse a sí misma. Se dice una y otra vez lo que piensa de ella, mientras se levanta su blusa y toca sus cicatrices: “Soy resistente, capaz, valiente”, declara.
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Las marcas en su cuerpo son de un día atroz del que no se explica cómo salió viva. Fue violada, maltratada, perseguida, pero sobretodo, la llevaron al punto de no tener miedo.
Para el 2001, cuando la ola paramilitar tenía fuerza en la zona del Catatumbo, ella salvó a su familia, pero se encerró en su propia tragedia.
Una noche de diciembre, recuerda que se enteró que su mamá estaba señalada como colaboradora de la guerrilla en Campo Dos, Tibú, solo porque tenían un restaurante en el que prestaban servicios a todos los comensales, ese era el pecado de la familia y por el que los acusaban.
“Tenía que sacar a mi mamá y a mis hermanos como fuera. Esa noche los paramilitares iban de finca en finca con el listado en mano. Mi misión era que se fueran lejos, apenas pude echarles unas mudas de ropa y en un carrito los envié rumbo a Cúcuta. Recuerdo que mi mamá no quería, ella estaba aferrada a su casa, su vida en el campo y fue muy duro para ella”, narró.
Pero todo fue de mal en peor, a los pocos meses de haber rescatado a su familia, la tristeza acabó con la vida de su mamá, quien se enfermó gravemente.
Pero Ligia también viviría un infierno. Al decidir quedarse en el pueblo ejerciendo su profesión como maestra se convirtió en blanco de los paramilitares, quienes la volvieron presa fácil de todo tipo de vejámenes.
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“Solo yo entendía el dolor. Solo yo sabía lo horrible que fue ver y sentir a esos hombres hacer y deshacer, no solo conmigo, sino con una veintena de mujeres que quedaron a un lado de mí y quienes no sobrevivieron (...)”, narró.
Ante el hecho, ella guardó silencio con su familia. Decidió que sus hermanos no tenían que saber lo que ocurrió. Y se basó en protegerlos y no despertar odios. Pero, su lucha porque se supiera lo ocurrido ante la Iglesia, fundaciones y entidades era una sola: que la escucharan y tomaran justicia.
“Sabía que si le contaba a mi familia les dañaría el corazón. Yo quería ver a mis hermanos y mi hijo profesionales. No quería que tomaran un rumbo vengativo o violento”, explicó.
Restituidos
Con el tiempo y con la ayuda de la Unidad de Restitución de Tierras (URT), ella logró ser beneficiaria bajo la figura de la compensación, que significa que recibieron un predio de iguales o mejores características al que perdieron en el pasado, y se asentaron en zona rural del municipio de Chinácota, donde ahora cuentan con siembras de mora, tomate, fresa, granadilla y uchuva, además de un galpón de gallinas ponedoras para el sustento familiar.
La semana pasada, la directora de la URT de Norte de Santander, Tatiana Abdallah Camacho, visitó el predio y, en compañía de profesionales del área de proyectos productivos, hizo entrega de cinco vacas y un toro reproductor, lo cual hace parte de la sentencia y de una acción reparadora integral del Estado, con lo que esperan seguir afianzándose en el campo con la extracción de los derivados de la leche, entre otros.
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También recibieron plantas para sembrar pastos que serán el alimento del ganado, insumos para producción ganadera y de praderas, purgas para reses y un diploma que certifica la culminación exitosa de la implementación de su proyecto productivo.
Hoy, Ligia puede reunir a sus hermanos en una finca como lo hacían cuando su mamá estaba viva. Pueden ver al pasado y recordar que esto es lo que siempre desearon.
“Mi mamá se fue pero estamos haciendo todo lo que ella nos enseñó de la tierra y de tratar a todos con bondad. Hoy soy una mujer con muchas ganas de vivir y de empoderar a otras mujeres. Quizás en algún momento creí que no iba a ser capaz, pero soy capaz de construir todo lo que decida, así sea levantarnos de las cenizas”, dijo.
Otras cifras
En Norte de Santander han sido aplicados 76 proyectos productivos a familias beneficiarias de la restitución de tierras en los municipios de Ábrego, Arboledas, Bochalema, Cáchira, Chinácota, Chitagá, Cúcuta, Cucutilla, El Zulia, Herrán, Mutiscua, Salazar de las Palmas, Santiago y Tibú, en los que la Unidad de Restitución de Tierras ha desembolsado 2.500 millones de pesos.
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