La peregrinación hasta el santuario atrae no solo a turistas de Cúcuta y el área metropolitana, que aprovechan la fría agua del río Salazar para darse un baño, sino a gentes venidas de otros departamentos, como la santandereana Vitelvina Jaraba, que vino acompañada de su hermana Graciela desde el municipio de Piedecuesta.
“Venimos a pagar una promesa a la virgen, porque nos concedió que no nos quitaran nuestra casa, estuvimos a punto de perderla”, dicen las dos mujeres en tono agradecido.
Ana Delia Fernández, de 55 años, vende chicha y masato a la orilla del sendero ecológico que conduce al santuario, ella dice que completó treinta años vendiendo en ese lugar y, como las demás personas que van con fe hacia el santuario, asegura conocer muchos testimonios de personas agradecidas con la virgen que vienen a pagar promesa.
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“Sé de una señora de Cucutilla que padecía de un tumor canceroso, un día vino a pedir por su salud a la virgen y consiguió curarse”, asegura Fernández.
Antonio José hace parte de las personas agradecidas por los favores de la virgen de Belén. “De pronto hay quienes digan que estamos adorando a un ídolo, que es mentira lo de los milagros, allá cada cual con su fe, pero en el caso mío puedo asegurar que en medio de mi desespero vive un día a los siete chorros y pedí a la virgen un empleo y lo conseguí”.
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