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Salud
Riesgos invisibles: los mitos y realidades de los grupos antivacunas
Aunque sean minoritarios, pueden afectar la salud de la comunidad.
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Domingo, 4 de Febrero de 2024

La elección de no vacunarse, adoptada por ciertos sectores de la sociedad a nivel mundial, podría ser más riesgosa de lo que se imagina. Más aún ante las nuevas e impredecibles variantes de la COVID19, como la JN.1.

Estos grupos antivacunas, aunque sean minoritarios, llamaron la atención de la Organización Mundial de la Salud  (OMS) a través de su informe denominado Diez amenazas para la salud mundial en 2019, donde se alerta sobre el riesgo que representan aquellos individuos que eligen abstenerse de vacunarse.

De igual forma, la organización Médicos del Mundo indica que las Fake News (noticias falsas)  durante la pandemia de la COVID-19, promovieron la desinformación sobre los medios de tratamiento alternativos y los efectos adversos de la vacuna de emergencia, propagándose tan rápido como el propio virus, generando una barrera entre la realidad y la ficción.


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La gravedad de las repercusiones por no vacunarse ha generado una señal de alarma, ya que la OMS estima que las vacunas evitan anualmente entre 2 y 3 millones de muertes, y poseen el potencial de salvar alrededor de 1,5 millones de vidas adicionales mediante la mejora de la cobertura a nivel mundial.

Pero los críticos de las vacunas suelen argumentar que estas son peligrosas, que no brindan inmunidad duradera, contienen sustancias tóxicas en sus componentes y pueden causar enfermedades en lugar de curarlas o prevenirlas.

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Para William*,  un cucuteño de 32 años y abogado de profesión, las vacunas hacen parte de una red de estrategias lideradas por la ‘nueva orden mundial’, cuyo propósito se centra en el control de la privacidad de las personas, y de esta forma “conocerlas hasta tal punto de poder controlarlas a través de sus medios de consumo o medios tecnológicos”.

Por otra parte, Martha* una vendedora informal, a pesar de vivir en carne propia las vivencias de los pacientes en la zona de triage respiratorio del Hospital Universitario Erasmo Meoz (Huem) de Cúcuta durante la primera ola de la COVID-19, asegura que hasta hoy, no ha recibido ninguna de las dosis disponibles del Plan Nacional de Vacunación por decisión personal.

“Muchos familiares y amigos después de vacunarse con Moderna y AstraZeneca sufrieron complicaciones de salud cuando se supone estaban bien, eso no es normal, también escuché lo de los chips que introducían en el cuerpo por medio de la vacuna y me dio miedo, preferí simplemente cuidarme por mis propios medios”, detalló la comerciante.

Sin embargo, los expertos explican que todas estas afirmaciones carecen de respaldo científico y que por el contrario, no acceder a los sistemas de vacunación podrían generar muchas más complicaciones a nivel inmunológico.

Según explica el médico anestesiólogo e intensivista Arturo Arias, las vacunas son una serie de medicamentos que se utilizan básicamente para reforzar el sistema inmunitario y prevenir el riesgo potencial de algunas infecciones y la gravedad de estas.

“Su función principal es enseñarle al cuerpo humano a cómo defenderse de los microorganismos. Las vacunas lo que hacen es que exponen una pequeña cantidad muy segura de un segmento de virus o bacterias que han sido debilitados para destruirlo, entonces esto hace que esta pared active el sistema inmunitario para reconocer y atacar el cuerpo extraño”, enfatizó Arias.


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A pesar de que estas tienen la función específica de salvaguardar la integridad de las personas,  no todas son elaboradas de la misma forma, ya que también existen la vacunas inactivadas (utilizan la versión muerta del germen que causa una enfermedad) para proteger contra la gripe, la polio y la Hepatitis A; las combinadas,  que utilizan partes específicas del germen para atacarlo,  utilizadas para combatir el Virus del Papiloma Humano (VPH), Tos Ferina, Culebrilla, entre otras patologías y las que contienen toxoides  (toxina fabricada a partir del germen que causa la enfermedad) que se usan para la difteria y tétanos.

De igual manera, Arias detalló que los efectos secundarios, los cuales casi siempre son leves, son respuestas normales del cuerpo y desaparecen a las pocas horas de aplicadas,  pero menciona que en caso de que estos efectos se conviertan en un tema prioritario, como una reacción alérgica grave, el personal médico está capacitados para tratarlos.

¿Qué pasaría si dejamos de vacunar a los niños?

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Si un número suficiente de individuos desarrolla resistencia a una enfermedad específica, se puede lograr lo que se conoce como “inmunidad de rebaño”.

En este escenario, las enfermedades encuentran obstáculos para difundirse de persona a persona, ya que la mayoría adquiere inmunidad. Esto crea una barrera protectora, incluso para aquellos que no pueden someterse a la vacunación, como los niños.

Adicionalmente, la resistencia colectiva también actúa como un disuasivo contra los brotes, al dificultar la propagación fácil del virus. De esta manera, la enfermedad se torna menos frecuente con el tiempo y, en algunas instancias, puede llegar a desaparecer por completo de la comunidad.


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“Al momento de nacer, los bebés tienen una protección natural que es transmitida por la madre por medio de la placenta, sin embargo, después de un corto tiempo, esta defensa desaparece y las vacunas son el complemento que ayuda a proteger contra muchas enfermedades que solían ser mucho más comunes en los pequeños, como es el caso del sarampión,  meningitis, tuberculosis y otras cuantas”, mencionó el anestesiólogo.

El médico también resaltó que desde el punto de vista de la salud pública y la comunidad científica, la gran mayoría de expertos en medicina y epidemiología respaldan la eficacia y seguridad de las vacunas, calificando a las personas antivacunas como “un riesgo” para la prevención y control de enfermedades.

¿Un problema de salud mental?

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No se puede generalizar y afirmar que las personas que forman parte de grupos antivacunas tienen algún tipo de problema relacionado a la salud mental. La motivación para unirse a este tipo de comunidad puede variar y no siempre está relacionada con este tipo de situaciones.

Danna Molina, psicóloga y especialista en Neuropsicología Clínica, explica que generalmente este tipo de pensamientos se direccionan bajo las llamadas creencias limitantes o distorsionadas, que se refuerzan constantemente con las situaciones o noticias negativas.

“En estos casos, la vacuna es considerada como un elemento nuevo y la ven como un agente que les podría causar algún tipo de daño, esto hace que se genere una sensación de miedo y ansiedad, que dan paso a una incertidumbre ligada a cuestionamientos constantes o pensamientos intrusivos que, en la búsqueda de respuestas, lo que hace es generar más esquemas mentales totalmente irracionales que toman tanta validez para su propia mente, a tal punto de considerarlos correctos”, explicó Molina.

También menciona que a través de un modelo o enfoque cognitivo conductual permitiría que a mediano y largo plazo se logre un impacto para desestructurar este paradigma y de esta forma, hacer un abordaje sobre la racionalización de sus argumentos.

* Nombres cambiados por seguridad

 

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