Cuando China puso límites a lo que sus plantas de reciclaje recibían de occidente, el anuncio cayó como un baldado de agua fría. La Operación Espada Nacional, instaurada en el 2017, obligó a países como Canadá, Estados Unidos e Inglaterra a mandar su basura a otros países asiáticos, como Indonesia, Malasia y Filipinas.
Cuando llegó la pandemia de COVID en el 2020, esos países también comenzaron a poner límites estrictos. ¿Por qué lo hicieron? Porque la inmensa mayoría de los desperdicios que llegaban no eran reciclables.
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Esos vetos pusieron de relieve algo que se ha vuelto cada vez más evidente en los últimos años: producimos más basura de la que podemos reciclar y muchos países de occidente no tienen la infraestructura para tratarla toda la basura “en casa” como es debido.
Según el reporte ‘Global Plastics Outlook’ (2022) de la OCDE, por ejemplo, solo el 9% de los plásticos en el mundo se recicla adecuadamente. El resto acaba mal procesado (un 22 %), en vertederos (49 %) o incinerado (19 %). Por eso es muy importante el uso de Energías alternativas que contribuyan a mejorar el medio ambiente.
Reciclar no es prioritario
Organizaciones como Greenpeace, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) y la base de datos Project Drawdon han señalado que el impacto del reciclaje frente a la lucha contra el cambio climático y la contaminación es relativamente menor en comparación con opciones como la descarbonización, la protección de los bosques y océanos, la búsqueda de energías alternativas, la reducción del consumo, la desaceleración de la producción y el reemplazo de ciertos materiales por otros menos dañinos. Le puede interesar: Energías renovables en Colombia: grandes pasos y metas por cumplir.
En otras palabras, reciclar no es inútil, pero es mejor producir menos basura (tanto del lado de la industria como de los consumidores) que limitarse a tratar de reciclar la que ya que ya tenemos, especialmente porque, con la tecnología y la infraestructura disponibles, puede ser un proceso engorroso y poco eficiente.
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Aunque materiales como el papel, el vidrio y muchos metales se pueden reciclar con relativa facilidad y su uso ha ido permeando a la industria poco a poco, quedan muchos más productos que son casi imposibles de reaprovechar y que se han convertido en verdaderos estorbos.
No todo es reciclable
El proceso de reciclaje consiste en descomponer los materiales para formar un material de base “nuevo”. Así, el papel se disuelve, se seca y luego se corta en nuevas hojas; el vidrio se funde y se vuelve a moldear en otros envases y así sucesivamente. Si algo no se puede deshacer o derretir para reconstruirlo en el mismo material, entonces no podrá reciclarse. Lea también: Los destinos típicos e inusuales del material reciclado.
Todo lo que esté mezclado con desperdicios orgánicos es imposible de reciclar, los objetos hechos de distintas capas de material (por ejemplo, el pastel plastificado o los envases tetrapak) tampoco pueden ser procesados y reaprovechados, los plásticos termoestables (que se queman en lugar de fundirse) no se pueden reciclar.
El caso del plástico requiere consideraciones adicionales, puesto que dos tipos distinto de plástico no pueden fundirse juntos: es perfectamente posible, por ejemplo, que dos bolsas de supermercado estén hechas de materiales distintos, dependiendo del establecimiento y del país. Hechos como estos hacen el reciclado del plástico algo sumamente complicado; si se añade que entre más se reutilice, más tóxico tiende a volverse, es fácil explicar las bajas tasas de reciclaje del plástico.
Reciclar cuesta dinero (y gasta recursos)
Otro de los problemas que afronta la industria del reciclaje es la relativa falta de demanda del mercado, ya que, con frecuencia, hacer nuevos productos sale más barato que reciclar. Además, a pesar de que reciclar ahorra la producción de nuevos materiales, también genera sus propios desperdicios y huella de carbono.
La falta de estandarización en los programas de reciclaje del mundo es otro problema y dificulta informar adecuadamente al público y asegurar que los desperdicios de un país realmente tengan el tratamiento adecuado.
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