Si algo he aprendido en la vida es que cuando el hombre cae al foso profundo de la desesperación, sólo le queda una opción, alzar los ojos y mirar hacia arriba. Creo que la humanidad está aprendiendo esta lección de manera dolorosa, pues el ángel de la muerte se pasea sin distingo de nacionalidad, condición social o credo, y hoy cobra la vida de tantas personas por día, que aterra.
Podríamos quedarnos días enteros meditando en la pandemia y sus efectos, en la crisis económica y sus consecuencias o contabilizando los centenares de muertos producto del virus, pero eso no ayudaría en nada a la solución del problema. Creo que debemos secar las lágrimas y levantar los ojos al cielo, para clamar el favor divino del que todo lo puede nuestro creador.
No se trata de una oración o plegaria de ayuda o consuelo, se trata de un verdadero acto de contrición en el que podamos individual y colectivamente reconocer que nos equivocamos. Si a diario las noticias sólo hablan de muerte, degradación y corrupción, es porque lo que está pasando afuera no está bien. Estamos destruyendo imperceptiblemente la obra creada por Dios. Dejamos atrás los valores, nos sumergimos en una cultura del todo vale, donde lo único que importa soy yo: Tristemente se cumple la condena profana del profeta mundano que declaró una nueva filosofía “amigo cuánto tienes, cuánto vales”.
El dinero se volvió el nuevo ídolo, no importa cómo lo obtengas, lo importante es que lo tengas. Los que no tiene corren desesperados a conseguirlo a como de lugar, no importa la honra y mucho menos la dignidad humana. Los que lo tienen no les importa lo que tengan que hacer para mantenerlo o aumentarlo. Los simplistas preguntan: ¿entonces tener dinero es malo? La respuesta es NO. Lo malo es que si para lograrlo estás robando, matando, rebajándote o transgrediendo los principios éticos y morales, eso si es malo.
Hoy los ricos y los pobres están muriendo en igualdad de condiciones, hoy la restricción de salir de casa es para todos, hoy a la gente no le interesa el dinero sino la vida, porque era necesario tocar fondo para entender la lección. Hay cosas que el dinero no compra, la vida, la felicidad, la familia, los valores, la salvación. No recuerdo una Semana Santa mejor que esta, de verdadero recogimiento, de reflexión y de pasión, donde verdaderamente recordáramos el sacrificio que Jesucristo hizo en la Cruz del Calvario, por nosotros.
La mayor transacción que se haya hecho en la humanidad la hizo Cristo en la Cruz, al pagar por nuestros pecados y regalarnos la salvación, sólo es necesario recibirlo como nuestro único y suficiente salvador y la obtendremos, porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación dice la palabra.
Quiero guiarte en una pequeña oración que deberás repetir y cambiará tu vida:
Señor Jesucristo confieso que soy pecador y me arrepiento, reconozco que sin ti nada soy y te recibo como único y suficiente salvador de mi vida, escribe mi nombre en el libro de la vida y no lo borres hasta el día de la redención. Amen.
Amigo lector, Jesús dijo yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va a Padre sino por mi. Usted ha iniciado un nuevo trasegar con esperanza, porque estamos en una época de renovación de la FE.