Tomando como fuente de información al Ministerio de Salud, para la fecha 15 de julio en Colombia se habían administrado 22.940.000 dosis de vacunas contra la COVID-19 y 9’870.000 colombianos habían completado su esquema de vacunación, lo cual quiere decir que el 19,8% ya habían recibido al menos una dosis. Esto significa que hemos avanzado pero aún estamos distantes de la meta que se persigue, tener más del 80% de la población vacunada.
Colombia forma parte de los países que dependen de los productores para obtener las vacunas y las autoridades se han visto en la necesidad de adquirirlas de diversos fabricantes y laboratorios, incluso aceptó los lotes donados por Estados Unidos. A la par se sabe de algunos esfuerzos e iniciativas locales para fabricar una vacuna propia, lo cual sería ideal.
La pandemia puso de manifiesto, más que nunca, la diferencia existente entre los países del primer mundo y los menos desarrollados que se ubican en África y América Latina. Esa situación hace que el suministro de la vacuna no haya sido equitativo y la disposición de ella entre los europeos y norteamericanos ha sobrepasado sus requerimientos, mientras que son escasas en otros países donde el avance de este programa de inmunización es precario. Donde sobran las vacunas no todos quieren aplicársela, muchos desechan la oportunidad y los gobiernos adelantan campañas populares con el fin de concientizar a sus gobernados. En otros casos como Francia han endurecido las medidas para de cierta forma hacerla obligatoria y se exige el pasaporte sanitario para ingresar a sitios públicos.
Está muy claro que la forma como puede ser superada la pandemia es logrando que la mayor parte de la población este vacunada, no importa cual haya sido su procedencia, no hay vacunas malas, a pesar que algunas han desarrollado efectos secundarios graves pero raros. Mientras haya países con escasa cobertura de sus habitantes, no podrá lograrse este objetivo mundial.
Es el momento de hacer que los ricos donen las dosis sobrantes y aún más allá, colaborar en el desarrollo de tecnología y liberar las patentes que les permita a los menos desarrollados fabricar sus propias vacunas para detener esta pandemia y prepararse de forma adecuada para situaciones futuras similares. Por esa vía están caminando algunas iniciativas con la participación de los gobiernos pudientes que aportan capitales indispensables para llevar a cabo esos proyectos. En este caso la Organización Mundial de la Salud debe imponer su liderazgo y ser el eje alrededor del cual se desarrollen iniciativas para conseguir uniformidad en las oportunidades para superar la pandemia y evitar la dependencia de unos pocos fabricantes de vacunas.
Por ahora nosotros tenemos asegurado el suministro y avanza la aplicación de la vacuna de diversa procedencia de acuerdo con las fases que ha propuesto el Ministerio de Salud, lo cual se está cumpliendo a cabalidad y se nota una actitud receptiva en la población con muy escasas excepciones, lo cual es apropiado para implementar este programa a pesar del alto número de contagios y decesos que se registran que, han comenzado a descender por estos días.
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