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Sindéresis política
Ningún candidato, ni de derecha o izquierda, va a aniquilar o hacer trizas los Acuerdos de La Habana, a lo sumo le hará ajustes.
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Lunes, 27 de Noviembre de 2017

Pasó la consulta liberal y queda la  lección del gasto económico enorme que hizo el Estado para escoger, entre dos egos, quién sería el candidato del Partido Liberal a la presidencia de la República.

Al final, quien ganó la investidura -el doctor Humberto de La Calle Lombana- difícilmente será el elegido para disputar el Solio de Bolívar, porque podrá ser muy preparado pero no tiene el carisma de un candidato presidencial y, además, circulan en redes sociales fotografías del candidato libando licor muy sonriente con miembros de las Farc en los años ochenta, del siglo XX, lo cual, pienso yo, le hace mucho daño, porque da la impresión de una vieja e íntima amistad que puede traspasar la raya.

Así como muchos candidatos piensan que las redes sociales son un vehículo más para impulsar una campaña política, también hay que reconocer que son un medio para desmotivar al electorado o desenmascarar “deidades” políticas. 

La labor de De la Calle en Cuba, representando como negociador a Juan Manuel Santos, debió terminar ahí, en el preciso momento en que, aquel jueves 24 de noviembre del año 2016, se firmó en el teatro Colón, de Bogotá, el famoso Acuerdo con las Farc. ¿Por qué? Porque cuando empezó la implementación jurídica del citado documento se reveló lo que siempre negaron, y eso resta credibilidad.

Todos los candidatos que han aparecido en escena quieren asustar con el fantasma de que la derecha, centro-derecha o extrema derecha quiere tomarse el poder: tanto ésta, como la izquierda, centro-izquierda o extrema izquierda tienen derecho a organizarse y tener aspiraciones políticas. Claro, siempre teniendo en cuenta que hay que aspirar y ejercer democráticamente, buscando el bienestar no solo del electorado sino de todos los habitantes de Colombia: se aspira por un partido político pero una vez elegido se gobierna para todos. 

Ese bienestar común implica infraestructura social -salud, educación, vivienda, etc.-  y seguridad jurídica: que el gobierno deje trabajar y garantice la propiedad privada de lo adquirido legalmente y con el sudor de la frente. Se trata de organizar Estados modernos y respetuosos del Estado de derecho, no aquellos de las Guerra Fría: burócratas, armamentistas, arrasadores de la libertad de expresión y medios de comunicación.

Ningún candidato, ninguno, ni de derecha o izquierda, va a aniquilar o hacer trizas los Acuerdos de La Habana, a lo sumo le hará ajustes para perfeccionarlos o encuadrarlos con la personalidad del nuevo gobernante, lo cual es obvio. Pensemos que en pleno gobierno de Santos, quien hizo la negociación, la Corte Constitucional y sus propias mayorías en el Congreso de la República lo han “peluqueado”. 

*** 

Conozco al senador Álvaro Ashton Giraldo desde mi época de estudiante de derecho en la Universidad Libre, seccional Atlántico, cuando él se desempeñaba con síndico de la seccional. Venía de ser el “Mejor Bachiller Coltejer” en el Colegio Oriental de Santo Tomas, estudió economía y contaduría en la Universidad del Atlántico, donde también fue rector. Fue mi profesor de Comercio exterior y hoy anhelo que salga triunfante de las investigaciones que anuncia la prensa. 

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