Apenas he leído escasamente noventa páginas de las doscientas noventa y siete que componen el Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, difícilmente habrían podido ponerle un titulo más rimbombante.
¿Qué he encontrado en lo que he leído? La verdad, nunca había leído tanta hipocresía y cinismo juntos; y por ambos lados.
Por el lado de las Farc-ep, para empezar, que es donde más abundan. Como nunca fueron los responsables del desplazamiento forzado de miles de personas, exigen que los campesinos puedan retornar a sus tierras; como nunca, por la fuerza y autoridad que dan los fusiles, les quitaron siquiera una gallina para alimentar a sus hombres, solicitan muy imperiosamente al gobierno que a los campesinos los auxilie con créditos muy blandos o subsidios para que puedan poner a producir sus tierras.
Como jamás derribaron una torre y dejaron una población sin energía, demandan al gobierno que debe electrificar hasta las zonas más alejas del país, ah, y dotarlas de internet banda ancha también; como jamás de los jamases destruyeron un puente, solicitan que haya carreteras en buenas condiciones por las que los campesinos puedan transportar sus productos hasta las ciudades.
Como nunca reclutaron y obligaron a ingresar a miles de niños y adolescentes a sus filas, impelen a que, inmediatamente se firme el acuerdo y las tropas ya sean civiles, los niños y adolescentes que estaban en sus filas, regresen con sus familias. Como jamás de los jamases violaron a cientos de mujeres y niñas guerrilleras, y campesinas indefensas, hasta la saciedad defienden los derechos del género femenino.
Como jamás secuestraron y a dichos secuestrados los mantuvieron en condiciones infrahumanas, exigen que se respeten los derechos de los defensores de los derechos humanos, de la comunidad LBGTI, de mujeres y niñas, vuelven y las mencionan; como jamás se han dedicado al narcotráfico y a otras actividades delictivas, exigen, y lo repiten hasta el cansancio, que el gobierno, mediante las autoridades competentes, combata a las bandas criminales.
En el lado del gobierno, el cinismo y la hipocresía van de la mano con la desfachatez y la indolencia, y se podrían resumir en uno solo. Dice que creará, por fin, las condiciones sociales, económicas, jurídicas, políticas, mínimamente necesarias para que jamás alguien tenga que recurrir a las armas para defender sus derechos; mejor dicho, está reconociendo que siempre ha sabido lo que había qué hacer para evitar la violencia y nunca lo hizo y que es el responsable de la formación de guerrillas, y por ende de la guerra que ha sufrido el país durante los últimos sesenta años.
Y, sin embargo, votaré por el sí. No porque sea de mi mayor agrado, antes más bien, lo haré con un tremendo fastidio y bronca, con la idea de que todos, absolutamente todos los delitos, incluidos los de lesa humanidad, cometidos por las Farc-ep, quedarán impunes; votaré por el sí no porque me crea esa pendejada que nos trata de hacer creer el mayor defensor de las Farc-ep, es decir Juan Manuel Santos, de que con eso llegará la paz a Colombia, en el país hay demasiadas injusticias y desigualdades para que pueda haber paz.
Votaré por el sí porque de esta manera habrá un actor armado menos en Colombia, y eso no es poca cosa para un país donde se tiene la convicción que la mejor manera de imponer la voluntad y de acallar a los que piensan distinto es halando de un gatillo.