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Las historias detrás de la vía a El Zulia
Por décadas, varios vendedores han trabajado en la vía principal de El Zulia.
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Camila Florez
Camila Flórez
Domingo, 29 de Agosto de 2021

El Zulia es uno de los municipios más frecuentados de Norte de Santander, el popular río que atraviesa a esta población, y que lleva su mismo nombre, se llena cada fin de semana por cientos de visitantes que gozan de la fría agua que contrasta con el fuerte sol que caracteriza el lugar. 

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Así mismo, los  cucuteños o turistas, suelen transitar por las vías principales de esta localidad pues estás conectan con la ruta que lleva a la costa Caribe colombiana. 

Por esta razón, sus carreteras suelen estar abarrotadas de vendedores de todo tipo. Desde los que venden alimentos para tener en el carro y disfrutar durante un largo viaje, hasta los populares pescados como el rampuche y el panche que suelen ser consumidos en sopas o con algunos acompañantes. 

Algunos vendedores ya cumplen décadas paseándose por este lugar y han sido testigos del paso de millones de colombianos por dicha carretera, otros llegaron a este municipio en busca de nuevas oportunidades y las han conseguido. La Opinión habló con algunos de ellos y estas son las historias que contaron. 

María, 30 años vendiendo pescado 

María Rosalba Correa con sus 55 años de edad, se ha convertido en una experta en la venta de pescados. 

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Desde sus 25 años se dedica al comercio de pescados como el rampuche, bocachico, panche y paletón. 

“El pescado me lo traen dos pescadores desde el río El Zulia, yo lo compro y lo distribuyo aquí, ya llevo bastante tiempo en eso”, comentó Correa. 

Un palo que es sostenido por varias piedras y del que cuelgan todo tipo de pescados y en gran cantidad, es el sustento diario de la mujer.

María atiende a sus clientes viajeros entre semana después de las 2 de la tarde, y los fin de semana a las 9 de la mañana hasta las 7 de la noche que cierra las puertas de sus despachos.

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“Entre semana tengo otro trabajo, yo vendo almuerzos y por eso demoro en abrir mi venta de pescados, pero, los fin de semana o festivos desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la noche mantengo mi negocio activo para vender” manifestó. 

Cuando la oscuridad es protagonista en la popular carretera, la mujer guarda la mercancía que no vendió y la guarda en una nevera, la cierra y le reza a su Dios que dichos pescados sean vendidos al otro día, para que no se dañen y le representen pérdidas. 

Los días que mejor vende son los fin de semana y feriados,  cuando las personas llegan a hacer su popular paseo de olla y compran los pescados en el puesto de María para luego cocinarlos y disfrutarlos en su día libre. 

La pandemia fue uno de los retos más grandes para Correa, quien no pudo salir durante cuatro meses por temor a contagiarse, pero los gastos no esperaron y la mujer tuvo que volver a las calles a vender sus productos.
vendedora pescado

Johelvi y su popular guarapo

Johelvi Jiménez, vendedor de guarapo, ha llevado por generaciones esta bebida y la ha comercializado a muchas personas que transitan por la vía a El Zulia. 

Cientos de personas, principalmente los fines de semana, buscan esta bebida que está hecha a base de piña fermentada para disfrutar su estadía en el río. 

Su bajo costo y particular sabor refrescante, ha atraído por décadas a los turistas que  poco les importa la botella reciclada en la que es envasado y el proceso artesanal que este conlleva. 

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“Mi mamá empezó a procesar el guarapo hace mucho tiempo, por 30 años, y luego pasó a manos de mi hermana, quien lo hace y nosotros lo vendemos” expresó Jiménez. 

Los días más flojos a la hora de vender es entresemana donde se vende de 20 a 30 botellas de guarapo, mientras que un fin de semana alcanzan a despachar más de 50. 

Jiménez menciona que siempre ha sido bueno comercializar el guarapo. Aunque en pandemia se les obligó al cierre total de su negocio, ellos no pararon la producción y entrega de su producto. 

Cuando la popular bebida no tiene mucha demanda, la familia vende otro tipo de alimentos como pescado fresco o bebidas embotelladas. 
El Zulia

Yolanda y su caseta dulcera

Yolanda Agudelo nació en Ansermanuevo (Valle), su marcado acento llama la atención de quienes transitan por la vía. 

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Hace 35 años es residente de El Zulia, es madre de cuatro hijos y hace 14 años es dueña de una caseta. 

Su negocio inició primero con uno de sus hermanos, pero al pasar de los años se endeudó y terminó entregando el cargo de la caseta a Yolanda. 

En sus inicios, además de los dulces nortesantandereanos que adquiría de distintos proveedores, la mujer hacía queso de cuajada, un arte que aprendió en el campo y que le permitía aumentar sus ingresos. 

El queso que vendía era muy apetecido, incluso varios de los conductores paraban a comprarlo. 

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“Se vendía bastante, pero luego pedían varios documentos de manipulación de alimentos para poder prepararlo y venderlo, salía muy costoso y se hacía poco viable por lo que tomé la decisión de no hacerlo más”, señaló.

Con el paso del tiempo, decidió arrendar una habitación frente a su negocio para poder trasportar un poco de luz y así poder vender bebidas frías como Pony Malta, gaseosas y yogur, también bocadillo con queso, torta de piña y dulces provenientes de Gramalote. 

Antes de la pandemia, la mujer solo se encargaba de su sustento, pero luego de esta uno de sus familiares empezó a padecer una grave enfermedad y por esta razón tuvo que asumir varios gastos más.

“Gracias a Dios tengo trabajo y les puedo ayudar, no los mantengo, pero si les envío algo, es mi forma de contribuir”, afirmó.

Zulia
 

Yuraima, vende dulces de coco 

Yuraima Escolibuela es nacida en Venezuela, pero por la crisis económica decidió tomar unas cuantas maletas y pasar a la frontera hacia Colombia. 

Belén, uno de los barrios de Cúcuta, ha sido su hogar durante tres años, viviendo con su pareja sentimental. Es madre de dos hijos que hoy en día se encuentran en Perú y  aunque ya no es jefa de un hogar, debe mirar el sustento diario de ella y su esposo. 

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Desde que llegó a la ciudad se dedicó a la venta de café, pero esto solo le permitía pagar los gastos alimenticios y no le alcanzaba para cubrir el arriendo del lugar en el que vivía, así que tuvo que replantearse su forma de sustento. 

“Logré encontrar una amiga que se dedica a hacer dulces de coco y me planteó la idea de venderlos en El Zulia y en el semáforo de Cenabastos”, comentó Yuraima. 


Todos los días, a las 10 de la mañana, se encuentra ya lista en El Zulia ofreciendo los dulces de coco para levantar el ánimo de las personas que transitan esta carretera.

Yuraima hace mayores ventas los fin de semana durante su estadía en El Zulia, dejándole de ganancia por cada caramelo, 800 pesos. 
Durante pandemia fueron difíciles  las ventas.

Yuraima comentó que las personas desconfiaban a la hora de comprar, por esto, ella decidió empacar los dulces de coco en unas bolsas  y sacarlos del popular vaso ‘aguardientero’, lo que le dio tranquilidad a sus clientes a la hora de comprar. 

ZULIA YURAIMA
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