"Vamos a poner de moda ayudar a los venezolanos”. Así dijo Daniel Samper Ospina en uno de los videos de su canal de YouTube. En este espacio digital ha dedicado varias producciones a sensibilizar sobre la migración venezolana en Colombia.
El periodista, y ahora también youtuber, viene apostándole a las ventanas digitales. Incluso, este canal audiovisual ha servido para contextualizar las vivencias de los venezolanos que están llegando a este país y siempre asumen una perspectiva empática y resiliente.
“¿Qué sucedería si fuese al revés? Si el que estuviera subiendo una loma fuera yo, con mi mujer, con mis dos hijas y las bolsas que me quepan en la mano”, así reflexionó en un video que registra más de 224.000 visualizaciones, luego de haber acompañado durante más de siete horas a un grupo de caminantes venezolanos que entraban a Colombia en el 2018 por la frontera de Cúcuta.
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Las próximas líneas profundizan en ese sentir solidario del periodista que busca adaptarse a las nuevas narrativas, haciendo tangibles esas experiencias emotivas con mensajes que procuran contrarrestar la xenofobia y fortalecer la integración colombo-venezolana.
Escribió una columna titulada: Qué pena con los venezolanos. ¿Qué quería decir allí?
Lo que quería decir, de una manera irónica, es que hay que rechazar cualquier forma de xenofobia en Colombia, porque además de todas las distorsiones que trae, viene con una que es muy desagradable: la superioridad en la que cree la persona que recibe al migrante.
A mí me ha sorprendido que muchas veces en Colombia, uno vea que lo miran por encima del hombro y no en una situación de igualdad, que es como uno debe recibir a todas las personas, a todos los migrantes que pasan por esta tierra para engrandecerla. Porque lo primero que hace una migración es engrandecer a un país, volverlo mejor, volverlo más grande, darle más sabores, mejor música, venir con un montón de saberes que arrastra cada migrante y que se quedan en ese país que lo recibe.
Entonces, en esa columna, yo trataba de decir eso, tampoco es que estén llegando al paraíso, están llegando a Polombia, me da pena con ellos.
Además, ha dicho que le preocupa la xenofobia no solo por los venezolanos, sino por los colombianos también.
Lo que pasa es que la xenofobia envilece sobre todo a la persona que siente esa xenofobia y yo no quiero hacer parte de un país que sea xenofóbico, ese sería un país indigno, manchado, sucio. La xenofobia solo le ha traído desgracias a la humanidad. Me resisto a replicar cualquier discurso, cualquier disculpa de cualquier líder político que sea xenofóbica.
Veo con mucha preocupación que hay líderes políticos que acuden permanentemente a ese tipo de disculpas, con eso no solamente exculpan su mala labor sino que crean una especie de pararrayos para que todos los problemas en general se puedan resumir en uno solo, muy fácil de explicar, que es la migración, y así achacan todas las culpas a la migración.
Entonces, rechazo plenamente ese tipo de actitudes porque creo que eso envilece profundamente a un país y me daría mucha lastima que Colombia fuera envilecida por la xenofobia y por los líderes políticos que la promueven.
Busca proyectar “una óptica constructiva y de exaltación a los migrantes”. ¿Cómo va esa estrategia en el marco de su trabajo?
Cuando empezó a surgir toda esta ola de xenofobia, pues, yo soy youtuber, no solamente soy periodista, pero en algún momento dado seré una persona de bien, ese es mi propósito, después de lograr ser youtuber y periodista e hincha del Santa Fe, no creo que pueda empeorar de ninguna manera y ese es mi único consuelo hoy en día en la vida.
Pero soy youtuber, digo, y tengo un canal de Youtube en el cual lanzamos un challenge (reto), porque los youtubers hacen challenges. Entonces, el de mi canal consistía en hacer algo por un pana venezolano. Es un challenge que está activo, obviamente con la pandemia tocó interrumpirlo por lo menos en términos de contenido. De todos modos, ahí surgieron muchas cosas, por ejemplo, una plataforma para músicos panas que pudieran dar serenatas virtuales, porque en la pandemia los que más sufrían eran los músicos, en la cuarentena, en el confinamiento.
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Lo que digo es que lanzamos este Challenge por Venezuela, en el que ojalá grandes personalidades del país le rindieran un homenaje a algún pana. Queríamos invertir la relación de fuerzas para demostrar que la presencia de ese pana venezolano en Colombia, le convenía profundamente a Colombia, hicimos muchos contenidos dándoles sorpresas a algunos de los panas.
Me acuerdo, por ejemplo, de uno que era profundo admirador del fútbol, le encantaba el fútbol, quería ser futbolista y le montamos toda una sorpresa entre Millonarios y Santa Fe. Lo invitamos a un partido con Seijas y con el arquero de Millos y tal.
Quizás uno muy memorable fue el de la cantante Reymar Perdomo, de quien me hice muy amigo además. La sorprendimos con sus tres cantantes preferidos que se disfrazaron en una buseta, ella se ganaba la vida tocando en buses y cuando empieza a cantar su canción, que es el himno de la migración, ellos se quitan las pelucas y cantan con ella. Eso fue muy emotivo.
Ese reto está activo, esperamos retomarlo ahorita con muchísima fuerza, ojalá también en clave musical, creo que no hay un vehículo que despierte más empatía que la música y creo que la cantidad de talento musical que nos está regalando Venezuela a Colombia es una cosa impresionante que no hemos aprendido a valorar, la cantidad de músicos brillantes, pero sobresalientes, prodigiosos que terminaron saliendo de Venezuela y asentándose en Colombia, es una riqueza enorme que ojalá se quede para siempre en el país y estoy seguro que de ellos podemos aprender muchísimo, entonces, espero que la segunda parte del reto esté recorriendo esos tonos musicales.
¿Qué opina sobre el periodismo que habla de la migración venezolana en Colombia?
En cuanto al periodismo especializado en migración, me abstendré de comentar, creo que hay unas plataformas como Estoy en la frontera que hacen un extraordinario trabajo. Pensé que me ibas a poner a opinar sobre el periodismo que promueve la xenofobia, que involuntaria y permanentemente lo hace.
Yo creo, por ejemplo que, cuando dicen la nacionalidad de un asaltante, ¿por qué la dicen? Yo creo que esa no es la precisión del dato. Es decir, por qué entonces no dicen, un asaltante de Medellín, un asaltante de Cali, un asaltante de Río Negro, un asaltante de qué sé yo, de cada ciudad. Cada vez que hay una noticia de un suceso semejante, solamente lo dicen si es un venezolano y eso empieza a reteñir permanentemente un mensaje en contra de los venezolanos que están en Colombia. Empieza a autorizar una especie de rechazo a esos migrantes.
Muy seguramente es algo involuntario que harán algunos periodistas, pero creo que ahí deberíamos hacer una autoreflexión todos los periodistas a ver si desde nuestro rol, de la forma en que estamos titulando, sin culpa y sin querer, no estaremos promoviendo la xenofobia.
Ha dicho: “No hay que verlos como migrantes venezolanos: son nuevos ciudadanos”. ¿Cómo ve esa construcción social que está generando la llegada de los venezolanos a Colombia?
Yo en términos generales no creo en los discursos que hablan de la patria, no creo en el patriotismo ni en el patrioterismo. Creo que esos son discursos que han tomado carrera para dividirnos, para ponernos fronteras. Creo que al final, uno debe procurar ser un ciudadano de mundo y un ser humano, y entenderse entre seres humanos, no entre nacionalidades.
De hecho, a lo primero que apela un populista de izquierda o derecha es a ese sentimiento patriótico que al final se vuelve una venda en los ojos, permite manipular a la gente con todo ese cuento. Entonces, es ridícula esa separación sobre todo y lo es con cualquier persona. Uno debería entender a los demás como el otro ser humano, más allá de ponerle etiquetas, pero es especialmente idiota cuando sucede con Venezuela, porque Colombia y Venezuela son pueblos que realmente son lo mismo, son pueblos cuyas raíces están por completo compenetradas. La división política de ese límite fue absolutamente fortuita, pero la compenetración natural que existe entre un venezolano y un colombiano es absoluta, son pueblos literalmente gemelos, siameses.
Y ahorita estaba comentando yo que puede haber incluso más semejanzas entre algunos colombianos de ciertas zonas con unos venezolanos de otras, que entre los colombianos de esas zonas con respecto a otros colombianos que quedan en la otra costa, por ejemplo en la costa pacífica o más arriba, yo qué sé, porque la geografía, la idiosincrasia, la historia compartida, hacen que seamos lo mismo. Entonces, es todavía más triste cuando esa discriminación es entre personas tan iguales, ¿no?
Bolívar dijo: “Esto no es una frontera, esto es un río”. ¿Cree que debamos volvernos anárquicos de corazón respecto a las divisiones geopolíticas?
Totalmente, hay que borrarlas. Claro que sí, es que la empatía o la comprensión con otra persona no depende de su nacionalidad. Uno no tiene que ir pregonando la nacionalidad ni de uno ni de los demás para explicar cualquier cosa. Ese es un apellido impuesto que es tonto.
“Cada cifra es una historia de carne y hueso”, ha opinado antes. ¿Le parece que pudiéramos priorizar más en los testimonios que en los datos y las cifras?
Sí. Obviamente es muy difícil despertar emociones positivas con el tema, pero claro que se puede y yo creo que uno de los trucos que en el canal de Hola, soy Danny, hemos tratado de adoptar es ese: individualizar las historias. Entender que no es que haya un millón y medio de venezolanos en Colombia, como se dice, que podrían ser dos millones o tres millones, que dicho así, da absolutamente lo mismo.
Pero si uno toma el caso de una persona en concreto, de Reymar Perdomo, todo lo que le pasó, cómo se separó de su mamá, cómo la estigmatizan porque su familia en un momento dado fue chavista, la forma en que le robaron la maleta en el camino, cómo ha tenido que pasar de ser profesora destacada de primaria, todo un personaje en su pueblo, a ser una migrante que echa codo pa’ tratar de cantar en los buses de Lima. Si tú no entiendes que Reymar es una mujer admirable, ya al verla con la lupa de que es un ser humano y no una cifra de más del millón y medio o dos millones o lo que sea que hay. Si tú no lo entiendes, pues, estás muerto. Entonces, yo creo que ese es el eje de contenido que hay que hacer, contando historias individuales.
Colombia con décadas de conflicto armado y Venezuela con una crisis humanitaria multidimensional, más que de víctimas se trata de sobrevivientes. ¿Cree que estas historias comparten rasgos en común?
Sí, total. Y una cosa que me dicen siempre cuando yo sacaba contenidos de Challenge por Venezuela, y aún me la dicen es: Claro, hace cosas por los migrantes venezolanos, ¿y los colombianos qué? Como si uno estuviera obligado, entonces, a elegir entre hacer una cosa o la otra. Hay que hacer las cosas por todos. De hecho, en el canal también hay una cosa de líderes sociales.
Pero sí, es una cosa que nos hermana también, la historia triste que cada país tiene, la condición de víctimas que tenemos muchos colombianos y venezolanos. Eso debería llevarnos a un nivel de comprensión más solidario también.
¿Conoce Venezuela?
Sí, yo fui a Caracas dos veces.
¿Le gustó?
Sí, me gustó. Fui por trabajo, no por una jornada larga, ninguna de las dos veces. Pero, mi amor por Venezuela, mi enamoramiento de su cultura, de los venezolanos, de cómo hablan, de lo que comen, de la música que oyen, se vino a dar gracias a la migración, cuando precisamente me metí en estos temas y terminé conociendo gente admirable, maravillosa, de la que he aprendido mucho.
Cúcuta, como ciudad fronteriza, ha sido uno de los epicentros del proceso migratorio. ¿Cuál es su mensaje en este contexto?
Yo creo que Cúcuta es una frontera llena de poros. Es difícil saber quién es cucuteño y quién es venezolano. Todo el mundo se entiende como un ciudadano de frontera y estoy seguro que ha sido una ciudad solidaria.
Creo que lo que va a terminar engrandeciendo todavía más a Cúcuta es que levante la bandera de la empatía frente a la migración y que nos enseñe como lo ha hecho en muchos momentos, eso: que no debería haber una estigmatización contra nadie, que uno vale por lo que es, no por el lugar de dónde proviene. Y que, además, en el caso venezolano, provenir de Venezuela, es un motivo de orgullo.
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