Ana Joaquina Catellanos, ciudadana venezolana, oriunda de Rubio, cruzó la frontera con destino a Cúcuta hace un año. Vive con su pareja y tres hijos en un rancho de tablas y techo de zinc en el sector de El Rodeo.
Ella y su esposo se dedican al oficio de recoger materiales de cartón y plástico para luego llevarlos a una recuperadora o chatarrería del centro donde reciben entre 15 y 30 mil pesos diarios por todo lo que llevan.
Es un oficio durísimo, pero lo tenemos que hacer para poder darles de comer a nuestros hijos, dice Joaquina. Este, el de garantizar el alimento y el de tener un ingreso, es el reto más duro al que se han enfrentado desde que vinieron a Colombia, dice la mujer.
Una reciente encuesta adelantada por actores de cooperación internacional y nacional, articulados en el Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM)* –que complementa el trabajo del Gobierno de Colombia en la coordinación de la atención a la población venezolana en Colombia–, arrojó también que el empleo y la alimentación son los desafíos a los que se enfrentan los migrantes venezolanos, residentes y pendulares, presentes en el territorio nacional.
Fueron 50 encuestas, las cuales identificaron por primera vez las principales necesidades de las personas provenientes de Venezuela que cruzan la frontera pero mantienen su residencia en el país vecino (“pendulares). A partir de la información aportada por más de 2.000 hogares. Los hallazgos indican que el 78% de las personas pendulares y el 85% de los hogares con vocación de permanencia tienen dificultades para acceder a alimentación.
Por otra parte, alrededor del 45% de las personas encuestadas aseguran, en los dos informes, que afrontan limitaciones para encontrar empleo o alternativas para generar ingresos. Los resultados también dan a conocer otros desafíos que enfrenta la población venezolana: la mitad de las personas pendulares tienen dificultades para recibir atención médica y el 64% de las familias con vocación de permanencia encuentran obstáculos para el acceso a vivienda.
“Estas evaluaciones identifican los avances que se han logrado en la atención de las personas refugiadas y migrantes venezolanas bajo el liderazgo del Gobierno de Colombia, pero también nos guían sobre los retos que de manera articulada debemos enfrentar, no solo desde la respuesta humanitaria sino también en materia de integración, de forma que se fortalezca el vínculo entre lo humanitario y el desarrollo”, asegura Ana Durán, Jefe de Misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Colombia.
El informe sobre población pendular, que se llevó a cabo entre junio y julio en Arauca, La Guajira y Norte de Santander, revela que las personas venezolanas viajan a Colombia con frecuencia –incluso más de una vez al día– principalmente para buscar alimentos, medicinas, tratamiento médico y oportunidades de trabajo.
Ya sea caminando, en canoa, en transporte público o privado, más de la mitad de los hombres y mujeres que fueron encuestados ingresan por pasos irregulares, y alrededor de un tercio han enfrentado situaciones en los que su vida y su dignidad están en riesgo por la inseguridad, la discriminación, la falta de información, recursos o documentación.
Por otra parte, el estudio que se realizó en junio a hogares con vocación de permanencia, ubicados en 20 departamentos del país, demostró que más de la mitad de ellos consumían menos de tres comidas al día, casi una tercera parte estaban en riesgo de ser desalojados, y solo 2% habían recibido la vacuna por COVID-19.
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