La izquierda en Colombia llega por primera vez a la Presidencia de la República con la elección de Gustavo Petro Urrego, un exmilitante del desaparecido grupo insurgente M-19, que se acogió a la política de Paz del presidente Virgilio Barco Vargas en 1990. El autoproclamado progresista rompió con una tradición de gobiernos repartidos entre liberales y conservadores, quienes, con el frente nacional en un intento por garantizar la estabilidad democrática, erróneamente les cerraron las puertas a otras posibilidades ideológicas de llegar al poder. La constitución de 1991 abrió una luz de esperanza para la participación de grupos minoritarios, generando una explosión de partidos y movimientos que limitaron las posibilidades de centro e izquierda para consolidar mayorías.
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En esa alternancia, los partidos tradicionales y las vertientes que se desprendieron de ellos gobernaron sin responder al clamor de una sociedad que pedía, en forma oportuna, lucha contra los males más profundos de la sociedad colombiana: corrupción, pobreza, desempleo, falta de oportunidades igualitarias, inclusión y consolidación de la paz. Esos esfuerzos se hicieron a medias, los indicadores no favorecieron cada una de las gestiones y el tema de seguridad, que era el más fuerte para vender una idea de Estado, se fue diluyendo en medio de escándalos como los falsos positivos, colaboración de miembros de la institucionalidad con rezagos del paramilitarismo, permisividad en los abusos contra líderes sociales, incumplimiento de los acuerdos de paz, incremento de las acciones de grupos delictivos e insurgentes, bajo el oscuro manto del narcotráfico que no paraba de ser noticia en todo el país.
El nombre de Gustavo Petro, perdedor de varias elecciones, comenzó a sonar con fuerza al no emerger discursos diferentes que se alineaban al continuismo, con un tema de seguridad desgastado y no solucionado, como también los discursos del centro con medidas intermedias que no representaban la alternativa que pedían los electores. Uno de los aspectos que ayudó a rebosar la copa y dibujaba una semblanza difícil para el país fue el paro prolongado de 2021 que paralizó ciudades, universidades y alteró la cotidianidad de la economía y el bienestar de los colombianos.
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La figura de Petro comenzó a figurar como el único que podía calmar las aguas turbias, en su discurso explicaba las falencias no solo del gobierno predecesor sino de todo el aparato institucional, su pasado con la guerrilla lo ubicaban como el más cercano para entender las exigencias de los grupos alzados en armas y llegar a la posibilidad de un diálogo. Estos aspectos lo fueron llevando a posicionar una imagen positiva de oposición férrea y solución para acabar con el caos. A esto se deben sumar las propuestas radicales sobre el medio ambiente, búsqueda de energías renovables, reforma al agro, a la política, a la justicia y a las condiciones laborales de los colombianos. Su temario hablaba de subsidios a las clases vulnerables e impuestos a los que más ingresos tienen en el país.
De las coaliciones a la primera vuelta
Siempre la izquierda en Colombia se caracterizó por intelectuales que no realizaban concesiones en sus posturas, ni el MOIR ni el Partido Comunista Colombiano ni la Unión Patriótica ni la misma Alianza Democrática M-19 ni el Polo Democrático habían podido consolidar un bloque unido para llegar a las elecciones presidenciales, terminaban uniéndose al liberalismo que se alineaba con principios social-demócratas y poco a poco ese partido también cayó en el juego de preocupación por los cargos burocráticos por encima de las propuestas para el país.
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La idea de las coaliciones fue la jugada maestra porque Petro se sabía mayoritario en la izquierda con un trabajo que tenía como base su periodo como alcalde de Bogotá y pudo raspar la olla con todos los votos de expresiones que no habían tenido protagonismo y eco en la política, dándole una fuerza popular representativa e incluyente. A la conformación del Pacto Histórico se unieron los congresistas Roy Barreras y Armando Benedetti que se caracterizaron por darle cohesión y llamar fuerzas tradicionales a la campaña de Petro.
En las otras orillas, Federico Gutiérrez en el Equipo por Colombia y Sergio Fajardo en la Centro esperanza, asomaban como oponentes, pero sin la suficiente fuerza para evitar ser estigmatizados como continuistas moderados cuando se quería radicalismo.
En cuanto al congreso, el partido de gobierno dejó de ser el mayoritario, dando paso al dominio del Pacto Histórico.
En síntesis, Gustavo Petro con alrededor de cuatro millones de votos casi doblando a sus oponentes a primera vuelta.
Rodolfo Hernández, la gran sorpresa
La primera vuelta sumó nuevos candidatos, Enrique Gómez por Salvación Nacional, John Miltón Rodríguez de Colombia Justa Libres, Ingrid Betancourt por Oxígeno, quien ya había desgastado a la coalición Centro Esperanza, dejando fisuras irreparables hondas, y Rodolfo Hernández de la Liga de Gobernantes. Para sorpresa de todos, el discurso de Hernández logró sintonizar con un lenguaje sencillo, coloquial, de papá regañón, el sentimiento de lucha contra la corrupción.
La sensación de verlo alejado del Congreso y su cercanía con el ciudadano en las calles, poco a poco, lo convirtieron en un fenómeno de opinión en las encuestas. Su primer campanazo lo dio superando a Sergio Fajardo y acercándose peligrosamente a Fedérico Gutiérrez, quien contaba con todo el apoyo del uribismo en pleno, a tal punto, que hicieron renunciar a Oscar Iván Zuluaga de su candidato para que se uniera a Fico en su intento por tratar de frenar a Gustavo Petro.
Mientras tanto Petro daba otro golpe de opinión, nombrando fórmula presidencial a Francia Márquez que ante los ojos del mundo era símbolo de exaltación del papel de la mujer en la política en un país altamente machista y excluyente. La candidata representaba a las comunidades afro y los líderes sociales, visibilizando en la política comunidades minoritarias y sacrificadas por la pobreza y la violencia en el país. Las otras fórmulas vicepresidenciales no hicieron diferencia y las tendencias en los sondeos se mantuvieron, con excepción de Rodolfo Hernández que fue el único que creció durante el proceso.
Los acercamientos de Petro con el jefe del partido Liberal hicieron dudar de su programa como alternativa independiente de los partidos tradicionales, pero sería Francia Márquez la que rompiera esa relación, afirmando que César Gaviria era más de lo mismo, cosa que no le agradó al expresidente que viró hacia el lado de Federico Gutiérrez. En este caso, las voces inconformes de algunos liberales se alzaron y en rebeldía también se fueron con Petro.
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La primera vuelta termina con un Petro consolidado en el primer lugar y un Rodolfo Hernández acercándose en el segundo lugar, desplazando las iniciativas del centro y la derecha que fueron castigadas en las urnas reprobando el gobierno de Duque.
Segunda vuelta: Petro-Rodolfo, un debate que nunca se dio
Con la adhesión de facciones del centro y el liberalismo, Petro tenía más fortaleza, pero se enfrentaba a un enemigo oculto que era el voto de opinión, donde Rodolfo Hernández parecía ser el aventajado. No había sido suficiente, su promesa ante notario de no expropiar, haber desmitificado las versiones de que “Colombia se iba a volver otra Venezuela y que él era el candidato de la guerrilla”, el empate en las encuestas con Hernández lo llevó a buscar primero un pacto por Colombia, al que no caminó el santandereano y luego un debate al que también fue renuente, pero que finalmente aceptó, pero con condiciones. Esto inclinó la balanza con un Rodolfo Hernández en Miami, ausente por una semana y con pocas apariciones cuando el momento crucial estaba por llegar.
Petro vence con cierta comodidad, no tan amplia como en la primera vuelta, y toma posesión, dejando a la izquierda con un compromiso que marcará su desarrollo en el siglo XXI. Colombia así vivió sus elecciones, dando un giro a la izquierda.
Redacción: Edgar Allan Niño
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