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Cerca del abismo
Algunos políticos se parecen, como dos gotas de agua, a los pilotos suicidas japoneses, que se lanzaban hacia la muerte con los ojos abiertos, con la esperanza de ganar una guerra que ya estaba perdida. La consecuencia fue obvia: los kamikazes como se les llamaba, perecieron como cucarachas y su país perdió la guerra. Fue inútil y absurdo el sacrificio pues los enemigos del sol naciente ganaron la contienda, invadieron el país y hasta sacaron del trono al emperador, a quien se consideraba como un dios.
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Sábado, 22 de Febrero de 2014
Algunos políticos se parecen, como dos gotas de agua, a los pilotos suicidas japoneses, que se lanzaban hacia la muerte con los ojos abiertos, con la esperanza de ganar una guerra que ya estaba perdida. La consecuencia fue obvia: los kamikazes como se les llamaba, perecieron como cucarachas y su país perdió la guerra. Fue inútil y absurdo el sacrificio pues los enemigos del sol naciente ganaron la contienda, invadieron el país y hasta sacaron del trono al emperador, a quien se consideraba como un dios. Similar actitud están adoptando algunos dirigentes venezolanos, que tumbaron la democracia sin pensar que estaban cometiendo grave error y abriendo la puerta a una dictadura –sí, dictadura- que remplazaría a la agonizante democracia, que tenía muchos defectos, no era perfecta, pero permitía que la oposición conspirara y le serruchara el piso a las instituciones. Y lo serrucharon tanto que acabaron hasta con el nido de la perra.
 
Escenario parecido se está presentando en Colombia, donde algunos irresponsables conspira, sin pensar que le están abriendo la puerta al caos, al cambio violento, a la instauración de una dictadura, posiblemente de izquierda, aunque la quieren de derecha, que le daría completo revolcón a las instituciones, empezando por nuestra democracia, imperfecta pero respetuosa del pensamiento ajeno y de la actuación de la oposición, cuyo jefe –valga la pena señalarlo- tiene nada menos que 300 escoltas permanentes, que nos cuestan una fortuna a los desprotegidos ciudadanos, que no podemos salir de noche por miedo a que nos atraquen. Y que no tenemos un escolta ni mucho menos un carro blindado, ni tampoco chofer o acompañante. Estamos solos a merced de los bandidos, que se han convertido en dueños de las calles y han regresado a los campos.

Pero como se repite aquel aforismo que dice: ’’la buen vida cansa y la mala amansa’’, muchos colombianos, al igual que los amigos venezolanos, están dedicados a tratar de acabar con el sistema, para reemplazarlo por un régimen como el de Cuba, donde sólo hasta ahora, 50 años después del arribo de los hermanos Castro, se puede comprar un automóvil, aunque los precios no están al alcance de ningún trabajador raso.  Para empezar a parecerse a la isla, en Venezuela ya no se consigue papel higiénico ni leche ni comida. Están acabando con los periódicos y la televisión independiente, para poder divulgar únicamente el pensamiento oficial. No creo mucho en el marxismo del presidente Maduro, a quien no le vaticino mucha duración a no ser que los chinos le den una manito a cambio de más petróleo. ¿Será eso lo que quieren aquí?
 
Venezuela ha logrado lo imposible: acabar con la riqueza producto del petróleo, de la misma manera como  Cuba acabó con la riqueza del azúcar: de ocho millones de toneladas anuales  se bajó a una y la ruina ha sido total en todos los campos. En La Habana vi colas para comprar un helado. Los venezolanos tenían tanto dinero que en Miami  los llamaban ‘’deme dos’’: siempre compraban todo por parejas, así fueran televisoreso neveras. Hoy no tienen dólares y nadie les fía: las empresas aéreas  no les volvieron a vender pasajes a crédito, pues no  pagan, pero el presidente Maduro tiene agallas para regalarle petróleo a Cuba,  Bolivia y Argentina.

Estos países son absurdos. No saben lo, que tienen. Aquí hay reporteros de televisión se atreven a preguntarle a la policía porque la dan bolillo a los que destruyen buses y son autores del vandalismo. Algunos quieren que los famosos ‘’grafiteros’’ pinten toda la ciudad, incluyendo las iglesias y los monumentos. Hay pichones de periodista que odian la autoridad y desean que el presidente sea Timochenko o Mancuso, sin pensar que la democracia es tan buena que permite la existencia de todo tipo de ideologías. Las dictaduras cierran todas las puertas, como ocurrió en España, Cuba o Chile. Estamos recorriendo un camino que ya recorrieron otros países y que los llevó a lugares que sólo producen dolor y tristeza.

Tristemente, los hermanos venezolanos han iniciado un trasegar que a nosotros nos llevó a la triste realidad de la guerra civil, que ya lleva sesenta años y ha costado miles de vidas de campesinos, soldados, policías. Además de la destrucción de pueblos, cuarteles, redes energéticas, pozos petroleros, carreteras, ferrocarriles y todo tipo de bienes. El costo de la guerra ha sido inmenso al punto de que con lo que han costado las armas, los aviones y todo la parafernalia de chécheres que los guerreristas desean para ganarse las comisiones que dan los vendedores. Todos cuantos apreciamos a la tierra de Bolívar vemos con preocupación las inmensas manifestaciones que se enfrentan en las calles de Caracas, mientras en los almacenes escasean todos los artículos de primera necesidad. El camino por el que transitan los vecinos no los lleva a nada bueno. Eso lo saben los españoles, los chilenos, los cubanos, todos cuantos han sufrido los rigores de un enfrentamiento entre hermanos.

Lo increíble en nuestro país es la existencia de personajes de cuyo nombre no quiero acordarme, que después de haber ocupado los más altos cargos que otorga la democracia se han dedicado a conspirar con la absurda idea de que van a volver al poder, sin pensar que están trabajando a favor del caos.  

PD. Vivir para ver. Se unieron el nieto de Calibán y el nieto de Laureano. Los dos viejos se odiaban y ahora sus vástagos se unen para tumbar al alcalde Petro. El uribismo le volvió a voltear la espalda a Pacho Santos: nadie lo aguanta.
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