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Querido papá: Fue exactamente un viernes como hoy. Mientras usted se levantaba en Cúcuta a escuchar la radio local y leer La Opinión como lo hacía religiosamente todos los días que pasaba en su querida ciudad, nosotros con María Cristina disfrutábamos las frías pero deliciosas aguas del Egeo, con Daniela de apenas dos años sobre mis hombros. Ninguno imaginaba siquiera que pocos minutos después las balas asesinas e infames de un grupo de hombres y mujeres del Eln acabaría con su vida y cambiarían las nuestras para siempre.
Durante todo este tiempo cada año siempre tengo cosas nuevas para contarle. Pero no cabe duda que este último ha sido muy especial en todos los campos y el espacio insuficiente para abarcar tantos acontecimientos en el país y en mi vida. Comienzo por decirle que el ejercicio de la Presidencia de Senado desde el 20 de julio pasado fue una experiencia muy importante, que me permitió liderar distintos temas de trascendencia para el país, recorrer las regiones e impulsar proyectos de ley de beneficio para los colombianos como el que sanciona drásticamente a los conductores ebrios que ha salvado muchas vidas. Pero sin duda alguna fue un año apasionante por la forma como el país bajo el liderazgo del Presidente Santos avanzó hacia la consolidación de la paz y la dura confrontación política y electoral que vivimos en la campaña para la elección del nuevo presidente de los colombianos.
Las conversaciones en La Habana avanzaron sustancialmente en medio de los tropiezos, las dificultades y los enemigos abiertos y ocultos de la salida negociada al conflicto. Desde la Presidencia del Congreso apoyamos de manera decidida el proceso con audiencias públicas realizadas en todo el país para escuchar a las víctimas, la aprobación del referendo por la paz y el respaldo permanente a las decisiones del gobierno. Nunca como ahora habíamos avanzado tanto para acabar con esta insensata guerra que nos lo quitó. Se llegaron a tres acuerdos sobre los cinco puntos previstos en la agenda, que tienen que ver con el desarrollo rural, la participación política de los violentos y el flagelo del narcotráfico. Aún nos faltan los dos más sensibles y difíciles que son el de las víctimas y el de la dejación de las armas y la reinserción de los integrantes de las Farc. Además, están a punto de iniciarse las conversaciones con el Eln que permitirán al país contemplar con optimismo la posibilidad de desmovilización de lo
s dos grupos subversivos que más daño han causado al pueblo colombiano. Han sido cinco décadas de destrucción, de dolor y de sangre y por primera vez vemos una luz al final del túnel de la barbarie que hemos atravesado. Y he estado apoyando con decisión esta posibilidad porque sé que usted estaría haciendo lo mismo. Siempre creyó en la negociación y no en el aniquilamiento militar y por eso resulta tristemente paradójico que estos señores del Eln hubieran decretado su muerte. Durante estos largos años no hay día que deje de pensar en eso, pero este año lo he hecho con mayor intensidad al ver cerca el final de esta guerra. Tenemos que lograr que nadie más sufra lo que tuvimos que sufrir nosotros con su sorpresiva y violenta partida. Es un dolor que debemos evitar a miles de hogares colombianos del futuro. Y especialmente a nuestros hijos y nietos.
Y en medio de esta esperanza de paz, papá, llegaron unas nuevas elecciones presidenciales y de Congreso. Le cuento que tomé la decisión de cerrar mi ciclo en el Congreso que se inició precisamente ese inolvidable 8 de agosto de 1997. Tras 16 años en el Senado y después de lograr la aprobación de la Ley de Víctimas y ocupar este último año la Presidencia del Congreso, consideré que había llegado el momento del retiro. No fue fácil y la nostalgia es grande, pero creo que fue acertado. Andrés se animó a hacer campaña, a recorrer municipios y veredas del departamento con el apoyo de la gente de su Renovación Liberal y de nuevas generaciones de liderazgo del departamento y al final obtuvo una sorprendente votación. Más de 80.000 votos que lo colocaron como el segundo senador más votado de la lista liberal, sólo superado por su gran amigo Horacio Serpa, quien resolvió volver a estas lides encabezando la lista del partido. Con gran carisma, entrega y capacidad de trabajo, Andrés seguirá desde el Senado enarbolando
sus banderas y representando a su gente, sus amigos.
En mi caso me dediqué a la campaña de reelección del Presidente Santos, cuya principal bandera fue por supuesto la terminación exitosa del proceso de la Habana. Los colombianos acudieron a las urnas a decidir si querían continuar con un esfuerzo de paz difícil ante la opinión por la persistencia de la violencia de las Farc o devolvernos a cerrar las puertas de la negociación e insistir únicamente en la salida militar. Me dedique como nunca antes con total convicción a la causa del Presidente Santos y de la paz, consciente que esta es tal vez la última oportunidad que tenemos de alcanzar la reconciliación. Desde el Comité Político de la campaña recorrimos este país buscando el apoyo de los colombianos en una campaña que tal vez fue la más intensa y polarizada de las últimas décadas. Surgió en la otra orilla del expresidente Uribe la candidatura de Zuluaga que al principio no preocupó a nadie y que terminó ganando la primera vuelta presidencial debido a las dudas sobre el proceso y el odio de los colombianos hacia las Farc y a los errores que cometimos en nuestra campaña. Afortunadamente para el país y la paz el Presidente Santos reaccionó de una manera formidable, se creció y con gran apoyo del liberalismo liderado por el expresidente Gaviria logramos voltear la situación en tres semanas y ganar con amplio margen en la segunda vuelta. Se salvó así la posibilidad de la paz en Colombia.
Este año papá, unos expertos del Centro de Memoria Histórica se dedicaron a investigar sobre la violencia en el Norte en la década de los 90 y reconstruyeron esa época aciaga del departamento con los perfiles de Argelino Durán, Tirso Vélez, Carlos Bernal y usted. Hace pocas semanas se publicó ese trabajo en un acto en el cual lo recordamos con tristeza y nostalgia que no nos abandona. Y también en mi despedida del recinto del senado tras 16 años de permanencia en su curul lo recordé con profunda emoción y la gratitud por lo que usted ha significado en mi vida aún después de su muerte. El trabajo de este último año en el impulso a la aplicación de la ley de víctimas y la aparición de este tema en la agenda de conversaciones de La Habana con el hecho histórico a nivel mundial de que las víctimas participen en las conversaciones, me recuerda cada día que esa defensa de los derechos de las víctimas se me convirtió en el mejor bálsamo para mi dolor. Encontré en la lucha por las víctimas la forma de sentirlo cerca a mí siempre, como tuve la dicha de tenerlo durante tantos años de mi vida. Vienen momentos difíciles para la paz en Colombia y trabajaremos por ella. He dicho y seguiré sosteniendo que con sus asesinos del ELN estoy dispuesto al perdón pero jamás al olvido, sobre la base de la verdad y el sincero arrepentimiento. Solo queremos eso y no creo que sea mucho. Que nos digan quien ordenó su asesinato y por qué y que acepten su terrible equivocación. Hace pocos días en el acto de lanzamiento del libro que le comenté apareció Felipe Torres, un guerrillero del ELN que se encontraba detenido cuando a usted lo asesinaron. Pidió perdón públicamente y aprecié su sinceridad. Sentí que lo perdonaba pero al mismo tiempo un enorme vacío porque eso no es suficiente. Necesitamos la verdad para liberarnos de este dolor.
Usted sabe papá que lo recordaré hasta el final de mis días. Que su imagen lenta, cansada y sonriente del aeropuerto de Atenas cuando me despedí de usted para siempre al emprender su viaje de regreso a Colombia me acompañará hasta del final de mis días. Cada vez que paso por la iglesia Carmelitas a conversar con usted me pregunto porque nos pasó a nosotros esto. Pero en medio de ese dolor está el orgullo de haber crecido con un hombre bueno, un hombre grande, un hombre al que sus amigos y seguidores quisieron intensamente y aún extrañan. Eso ayuda sobrellevar el dolor. En estos días con Daniela y Juan Nicolás que son dos adolescentes y con la compañía siempre solidaria de María Cristina, he tenido la oportunidad de contarles más de usted, de su vida. Acabo de pasar 18 días felices con Juan Nicolás en Brasil vibrando con la selección Colombia de James en el Mundial. Al salir de uno de los partidos en el Maracaná pensé en un momento como hubiera disfrutado él a su abuelo que además era una biblia en fútbol.
Daniela mientras tanto se prepara para salir al exterior a buscar el cumplimiento de su sueño de ser actriz de teatro con todo nuestro apoyo. Pasan los años y nos vamos volviendo viejos dice la canción. Y de viejos aspiramos a morir tranquilos papá y no atravesados por unas infames balas sin ninguna posibilidad de defensa como le tocó a usted de forma inesperada hace 17 años en la entrada de su consultorio que hoy sigue presenciando el paso de la gente en la Avenida Segunda de Cúcuta y visitado por sus mismos amigos como testimonio viviente de una época de la que fue usted protagonista principal de su amada ciudad. Un hasta luego papá y estoy seguro que su presencia me iluminará de manera permanente en las responsabilidades que asumiré en los próximos días como Ministro de Interior del nuevo gobierno de Santos, desde donde espero contribuir a la paz definitiva de Colombia.
PD. Hace 26 años al regresar de un viaje a Cuba escribí algunas líneas sobre mis impresiones de esa visita. Con ellas en la mano fui a visitar a ese cucuteño también inolvidable, Eustorgio Colmenares, quien como siempre me recibió cálidamente fumando un cigarrillo. Desde ese momento comencé a escribir semanalmente en esta casa periodística en la que siempre me han tratado con enorme afecto y generosidad. Tras el absurdo crimen de su fundador, José Eustorgio con el apoyo leal de Cicerón Flórez han preservado un legado que es de todos los cucuteños. La Opinión hoy es un referente de Cúcuta ante el país y el mundo. Al asumir el reto del Ministerio del Interior gracias a la generosidad del Presidente Santos conmigo y la región, debo abandonar esta columna. Espero que solo sea temporal y pueda volver a este bello oficio de escribir y opinar con independencia una vez termine mis responsabilidades de gobierno. Muchas gracias a todos en esta casa.
Durante todo este tiempo cada año siempre tengo cosas nuevas para contarle. Pero no cabe duda que este último ha sido muy especial en todos los campos y el espacio insuficiente para abarcar tantos acontecimientos en el país y en mi vida. Comienzo por decirle que el ejercicio de la Presidencia de Senado desde el 20 de julio pasado fue una experiencia muy importante, que me permitió liderar distintos temas de trascendencia para el país, recorrer las regiones e impulsar proyectos de ley de beneficio para los colombianos como el que sanciona drásticamente a los conductores ebrios que ha salvado muchas vidas. Pero sin duda alguna fue un año apasionante por la forma como el país bajo el liderazgo del Presidente Santos avanzó hacia la consolidación de la paz y la dura confrontación política y electoral que vivimos en la campaña para la elección del nuevo presidente de los colombianos.
Las conversaciones en La Habana avanzaron sustancialmente en medio de los tropiezos, las dificultades y los enemigos abiertos y ocultos de la salida negociada al conflicto. Desde la Presidencia del Congreso apoyamos de manera decidida el proceso con audiencias públicas realizadas en todo el país para escuchar a las víctimas, la aprobación del referendo por la paz y el respaldo permanente a las decisiones del gobierno. Nunca como ahora habíamos avanzado tanto para acabar con esta insensata guerra que nos lo quitó. Se llegaron a tres acuerdos sobre los cinco puntos previstos en la agenda, que tienen que ver con el desarrollo rural, la participación política de los violentos y el flagelo del narcotráfico. Aún nos faltan los dos más sensibles y difíciles que son el de las víctimas y el de la dejación de las armas y la reinserción de los integrantes de las Farc. Además, están a punto de iniciarse las conversaciones con el Eln que permitirán al país contemplar con optimismo la posibilidad de desmovilización de lo
s dos grupos subversivos que más daño han causado al pueblo colombiano. Han sido cinco décadas de destrucción, de dolor y de sangre y por primera vez vemos una luz al final del túnel de la barbarie que hemos atravesado. Y he estado apoyando con decisión esta posibilidad porque sé que usted estaría haciendo lo mismo. Siempre creyó en la negociación y no en el aniquilamiento militar y por eso resulta tristemente paradójico que estos señores del Eln hubieran decretado su muerte. Durante estos largos años no hay día que deje de pensar en eso, pero este año lo he hecho con mayor intensidad al ver cerca el final de esta guerra. Tenemos que lograr que nadie más sufra lo que tuvimos que sufrir nosotros con su sorpresiva y violenta partida. Es un dolor que debemos evitar a miles de hogares colombianos del futuro. Y especialmente a nuestros hijos y nietos.
Y en medio de esta esperanza de paz, papá, llegaron unas nuevas elecciones presidenciales y de Congreso. Le cuento que tomé la decisión de cerrar mi ciclo en el Congreso que se inició precisamente ese inolvidable 8 de agosto de 1997. Tras 16 años en el Senado y después de lograr la aprobación de la Ley de Víctimas y ocupar este último año la Presidencia del Congreso, consideré que había llegado el momento del retiro. No fue fácil y la nostalgia es grande, pero creo que fue acertado. Andrés se animó a hacer campaña, a recorrer municipios y veredas del departamento con el apoyo de la gente de su Renovación Liberal y de nuevas generaciones de liderazgo del departamento y al final obtuvo una sorprendente votación. Más de 80.000 votos que lo colocaron como el segundo senador más votado de la lista liberal, sólo superado por su gran amigo Horacio Serpa, quien resolvió volver a estas lides encabezando la lista del partido. Con gran carisma, entrega y capacidad de trabajo, Andrés seguirá desde el Senado enarbolando
sus banderas y representando a su gente, sus amigos.
En mi caso me dediqué a la campaña de reelección del Presidente Santos, cuya principal bandera fue por supuesto la terminación exitosa del proceso de la Habana. Los colombianos acudieron a las urnas a decidir si querían continuar con un esfuerzo de paz difícil ante la opinión por la persistencia de la violencia de las Farc o devolvernos a cerrar las puertas de la negociación e insistir únicamente en la salida militar. Me dedique como nunca antes con total convicción a la causa del Presidente Santos y de la paz, consciente que esta es tal vez la última oportunidad que tenemos de alcanzar la reconciliación. Desde el Comité Político de la campaña recorrimos este país buscando el apoyo de los colombianos en una campaña que tal vez fue la más intensa y polarizada de las últimas décadas. Surgió en la otra orilla del expresidente Uribe la candidatura de Zuluaga que al principio no preocupó a nadie y que terminó ganando la primera vuelta presidencial debido a las dudas sobre el proceso y el odio de los colombianos hacia las Farc y a los errores que cometimos en nuestra campaña. Afortunadamente para el país y la paz el Presidente Santos reaccionó de una manera formidable, se creció y con gran apoyo del liberalismo liderado por el expresidente Gaviria logramos voltear la situación en tres semanas y ganar con amplio margen en la segunda vuelta. Se salvó así la posibilidad de la paz en Colombia.
Este año papá, unos expertos del Centro de Memoria Histórica se dedicaron a investigar sobre la violencia en el Norte en la década de los 90 y reconstruyeron esa época aciaga del departamento con los perfiles de Argelino Durán, Tirso Vélez, Carlos Bernal y usted. Hace pocas semanas se publicó ese trabajo en un acto en el cual lo recordamos con tristeza y nostalgia que no nos abandona. Y también en mi despedida del recinto del senado tras 16 años de permanencia en su curul lo recordé con profunda emoción y la gratitud por lo que usted ha significado en mi vida aún después de su muerte. El trabajo de este último año en el impulso a la aplicación de la ley de víctimas y la aparición de este tema en la agenda de conversaciones de La Habana con el hecho histórico a nivel mundial de que las víctimas participen en las conversaciones, me recuerda cada día que esa defensa de los derechos de las víctimas se me convirtió en el mejor bálsamo para mi dolor. Encontré en la lucha por las víctimas la forma de sentirlo cerca a mí siempre, como tuve la dicha de tenerlo durante tantos años de mi vida. Vienen momentos difíciles para la paz en Colombia y trabajaremos por ella. He dicho y seguiré sosteniendo que con sus asesinos del ELN estoy dispuesto al perdón pero jamás al olvido, sobre la base de la verdad y el sincero arrepentimiento. Solo queremos eso y no creo que sea mucho. Que nos digan quien ordenó su asesinato y por qué y que acepten su terrible equivocación. Hace pocos días en el acto de lanzamiento del libro que le comenté apareció Felipe Torres, un guerrillero del ELN que se encontraba detenido cuando a usted lo asesinaron. Pidió perdón públicamente y aprecié su sinceridad. Sentí que lo perdonaba pero al mismo tiempo un enorme vacío porque eso no es suficiente. Necesitamos la verdad para liberarnos de este dolor.
Usted sabe papá que lo recordaré hasta el final de mis días. Que su imagen lenta, cansada y sonriente del aeropuerto de Atenas cuando me despedí de usted para siempre al emprender su viaje de regreso a Colombia me acompañará hasta del final de mis días. Cada vez que paso por la iglesia Carmelitas a conversar con usted me pregunto porque nos pasó a nosotros esto. Pero en medio de ese dolor está el orgullo de haber crecido con un hombre bueno, un hombre grande, un hombre al que sus amigos y seguidores quisieron intensamente y aún extrañan. Eso ayuda sobrellevar el dolor. En estos días con Daniela y Juan Nicolás que son dos adolescentes y con la compañía siempre solidaria de María Cristina, he tenido la oportunidad de contarles más de usted, de su vida. Acabo de pasar 18 días felices con Juan Nicolás en Brasil vibrando con la selección Colombia de James en el Mundial. Al salir de uno de los partidos en el Maracaná pensé en un momento como hubiera disfrutado él a su abuelo que además era una biblia en fútbol.
Daniela mientras tanto se prepara para salir al exterior a buscar el cumplimiento de su sueño de ser actriz de teatro con todo nuestro apoyo. Pasan los años y nos vamos volviendo viejos dice la canción. Y de viejos aspiramos a morir tranquilos papá y no atravesados por unas infames balas sin ninguna posibilidad de defensa como le tocó a usted de forma inesperada hace 17 años en la entrada de su consultorio que hoy sigue presenciando el paso de la gente en la Avenida Segunda de Cúcuta y visitado por sus mismos amigos como testimonio viviente de una época de la que fue usted protagonista principal de su amada ciudad. Un hasta luego papá y estoy seguro que su presencia me iluminará de manera permanente en las responsabilidades que asumiré en los próximos días como Ministro de Interior del nuevo gobierno de Santos, desde donde espero contribuir a la paz definitiva de Colombia.
PD. Hace 26 años al regresar de un viaje a Cuba escribí algunas líneas sobre mis impresiones de esa visita. Con ellas en la mano fui a visitar a ese cucuteño también inolvidable, Eustorgio Colmenares, quien como siempre me recibió cálidamente fumando un cigarrillo. Desde ese momento comencé a escribir semanalmente en esta casa periodística en la que siempre me han tratado con enorme afecto y generosidad. Tras el absurdo crimen de su fundador, José Eustorgio con el apoyo leal de Cicerón Flórez han preservado un legado que es de todos los cucuteños. La Opinión hoy es un referente de Cúcuta ante el país y el mundo. Al asumir el reto del Ministerio del Interior gracias a la generosidad del Presidente Santos conmigo y la región, debo abandonar esta columna. Espero que solo sea temporal y pueda volver a este bello oficio de escribir y opinar con independencia una vez termine mis responsabilidades de gobierno. Muchas gracias a todos en esta casa.